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La otra compasión y... ¿limpieza étnica?

(1944)

UNA TEORÍA DE LAS EMOCIONES Y DE LA SITUACIÓN, ACTUALES
Me refiero a las emociones que, directa o indirectamente, conmocionan a una inmensa mayoría de las gentes del mundo por una causa siniestra, pero burdamente solapada tras una democracia plagada de imposturas y que no hace ascos, a estas alturas de la Historia, a la barbarie...

Y todo, como en otro tiempo en nombre de tantos otros “ismos”, en nombre de una palabra: terrorismo. Un término que, a pesar de ser tenido en Occidente por inequívoco o unívoco, dice en el fondo bien poco.

Pues la palabra admite tantas interpretaciones y significados como los focos que lo causan. No sólo hay terrorismo a secas: hay terrorismo como último medio de defensa, terrorismo de Estado, terrorismo cultural, étnico, incluso comercial....

¡Qué hartura de "razón" moral! Pero es una razón, como la de la diplomacia, tan contundente como inútil. La frase de Clausewitz “la guerra es la política por otros medios” fue ideada para la actualidad.

La razón, la diplomacia y la sensibilidad nada pueden frente a la irracionalidad y frente a la obsesión de unos cuantos por la fuerza bruta, venga o no venga a cuento y bajo el paraguas de ejercerse como instrumento de defensa.

Razón, que nada puede contra la prepotencia, la codicia, la mentira y el desafío de unos maleantes refinados que se han parapetado en la política, cada uno para sus propios fines particulares. Razón, que no es capaz de detener el daño físico y moral que sufre el mundo a causa de una ideología mucho más cerca de la praxis y estrategia cínica del gánster, que de la concepción "política" propiamente dicha.

¿Antiamericanismo?, ¡No!: Anti-depravación.
Repugnancia sin límite hacia la corrupción masiva y devastadora de un puñado de seres humanos que la dosifican y abanderan. Respondan ellos, si no: ¿por qué? ¿cuál es la razón de que estén arrasando Irak?

Todo empezó —o se hizo que empezase— con un terrible acontecimiento que conmovió al planeta un 11 de setiembre. Gran parte del mundo, perpleja, sintió al principio una inefable compasión hacia las víctimas del país estadounidense... Pero también muy pronto empezó a ver graves razones para, por un lado, repudiar a su presidente, un personaje embaucador y aberrante que abusó de esa compasión, y por otro, para rechazar al pueblo que se negaba a destituirle de manera fulminante no obstante ser patentes las mentiras y abusos de aquél dentro y fuera del país...

Ahora, en vista de que este mismo pueblo no sólo no le apartó sino que le ha redoblado su apoyo, la piedad que inspiraron aquellas ya lejanas víctimas del 2001 se ha vuelto hacia las que se cuentan por decenas de miles y sufren en otro continente sin otra razón que la veleidad belicista y el interés personal del mismo impostor y de su cuadrilla; el repudio se ha convertido, en unos en amargura y en otros, también en odio; y el rechazo a un pueblo que pareció sorprendido, en franca repulsión hacia los 58,8 millones de bobos o cómplices que se han dejado embaucar —ya no hay duda— por su estricta conveniencia...

Los seres humanos, sometidos colectiva y prolongadamente al genocidio, experimentan hasta que sucumben a él un sentimiento atroz mezcla de miedo, de indignación, de impotencia y de odio indescriptibles. Pero tampoco los demás seres humanos son inmunes a ello.

Los que todavía no han devenido en bestias, alejados de la tragedia principal cuyo desarrollo siguen a distancia, aunque no sufran directamente la crueldad y la barbarie sufren moralmente en función de la sensibilidad de cada cual y de cada sociedad.

Y cuando persiste una emoción significativamente nociva, se va transformando poco a poco o violentamente en otra. Así es cómo, por este mismo orden secuencial y a medida que se va viendo la sinrazón y que la fuerza y el crimen se mantienen, la aversión inicial se torna en repulsión, la repulsión en consternación, la consternación en amargura, y la amargura persistente en odio.

La aversión, la amargura y el odio por solidaridad o sinergia con otros seres humanos, son capaces de perturbar, muy grave y emocionalmente, una vida personal y a toda una sociedad.

Y si todo un continente está convulsionado por el crimen y embargado por un odio sin límites, es una inmensa amargura lo que día a día y casi silenciosamente viven la Europa de los bien nacidos y la América latina que, además, sabe tanto acerca del sufrimiento por "razones" de Estado que no son más que turbias causas políticas...

Y todo, por la abyección de unos desalmados que, con el pretexto de querer sacudirse de encima un terrorismo que nunca, como la guerra y el crimen, dejó de estar presente en la sociedad humana, se dedican a segar la vida ya, de centenares de miles de inocentes...

Y es que, ya que hablamos de emociones, de sentimientos y de sensaciones, en medio de este maremagnum la pregunta capital es: ¿No será que, aparte del lucro final a manos llenas que se procuran, envian a sus legiones para gozar literal y voluptuosamente de la matanza?

A fin de cuentas el ser humano, aunque pueda envolver profusamente su vida en volutas y espejuelos, reduce en realidad a muy poco la razón final de su existencia.

Muchos parecen haber venido al mundo sólo para tener un coche, como dice Saramago; otros para consumir su vida en el alcohol o en la droga que puede adoptar mil formas...

Pero también son incontables, entre los muy refinados de Occidente, los que han nacido para recrearse en la violencia extrema y con el sufrimiento ajeno. Se cuenta ya por años el tiempo que vienen torturando y matando en Asia. Desde Guantánamo a Faluya, todo es un crimen sin fin y sin más sentido que él en sí mismo y el de facilitarse el expolio de petróleo y riquezas arqueológicas.

Por lo que rodea al caso y como en tantas otras ocasiones de la Historia, todo apunta a que se hayan concertado un puñado de villanos impotentes y depravados, para disfrutar en grupo de la orgía y del ensañamiento a cuenta anticipada de un lucro exponencial...

Esto mismo es lo que, según cronistas intelectuales de la época (J. P. Jouve, Romain Rolland o Stephan Zweig), destilaban el nazismo y los nazis hasta que fueron literalmente pulverizados.

¿Dónde están los augures del emperador que no le previenen a él y a su camarilla de que lo mejor para el mundo y para todos es que se vayan de Irak? ¿Qué hacen que no les cuentan que no fueron los aliados propiamente quienes destruyeron a Hitler y al nazismo? ¿A qué esperan para decirles que fue el odio concentrado, el odio de la densidad de una estrella enana blanca o de un quasar, lo que realmente los aniquiló?

Mientras tanto y se lo piensan, en vista de la deriva que van tomando los acontecimientos sólo nos queda esperar. Esperar a que las deserciones, el impago a sus tropas por falta de dinero y una impopularísima conscripción sean decisivos para su propia derrota.

Pero también, que sea esto mismo, el odio, lo que acabe con este monipodio sediento de petróleo por el que, un día nefasto, al menos uno de ellos cambió la atracción compulsiva que sentía hacia el alcohol...

Pero es que aquí no acaba la cosa; más bien empieza. Pues, en pocas palabras y con independencia de las ya largamente enumeradas fundadas sospechas, las excusas y los motivos reales del ataque de Estados Unidos a Afganistán e Irak: lo que parece haberse puesto en marcha y está latente tras el pretexto de la lucha antiterrorista y aun del choque de civilizaciones, es una “limpieza étnica” de los pueblos que todavía tienen petróleo en abundancia y de los países por donde hayan de pasar oleoductos para suministrarse. Siria e Irán esperan...

Nuestra razón no vacila. Pero como para tiempos convulsos y frente a la bestia de nada sirve, más nos valdrá ir regresando también a la condición de la bestia para hacerles frente...

Podéis contactar con el autor a:
richart@telefonica.net
* Toda la información que este autor, tiene alojada en Ibérica 2000... (Enlace...)

Insertado por: Jaime Richart (13/11/2004)
Fuente/Autor: Jaime Richart
 

          


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