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EL PREDOMINIO DE LA MUJER
Esto no es un ensayo y menos una tesis.

- Pertenece al orden de las observaciones personales, y aunque muchas veces esto no se tiene en cuenta, lo cierto es que convivimos en los países varias generaciones a la vez (cada generación comprende 15 años), cada una con su correspondiente mentalidad.

La visión que voy a exponer aquí es aproximadamente la de la mía: 1938 o, si se quiere, la mía.
 
Para empezar hay que tener en cuenta que en la Edad Media, por ejemplo, parece que la sociedad haya sido casi unánime: todos, del príncipe al siervo o el prelado, compartían unas mismas creencias y tenían una idéntica concepción del mundo y de la existencia. A partir del Renacimiento ve la luz un nuevo hecho psicosocial: la cultura se sitúa más allá de la comprensión popular. Entonces se produce un desfase entre las clases, que no volverá a ser del todo superado. En España, hasta la democracia. Sin embargo, no olvidar que dentro de la vida social existe un perpetuo intercambio entre los individuos, los diversos círculos y los subgrupos, facilita que la mentalidad “general”, especialmente en las sociedades complejas como la nuestra, logre un equilibrio entre las diversas influencias…

Dicho todo lo anterior como preámbulo, más que de predominio de la mujer en España, ya libre, quizá debiera hablarse del reino de la mujer. El hombre retrocede. España ha pasado de una sociedad hipervirilizada a una sociedad afeminada; como en tantas cosas de este país, de un extremo a otro. Del machismo que se pierde en la noche de los tiempos, (excepto en la República) a pasos agigantados ha pasado al hembrismo, es decir, el machismo de signo contrario. Este desequilibrio es una constante nacional. En las sociedades europeas laicas o cristianas pero no mayoritariamente católicas, el ámbito de las costumbres es más equilibrado, lo que equivale a ser más ordenado dentro de la libertad.

Y es que burla burlando, hay en este país una revolución muy acusada de carácter antropológico, más bien biológico, en el comportamiento femenino, efecto de la libertad de casi total y la afortunada desaparición del autoritarismo. Y como consecuencia de ella, un retraimiento masculino, una involución caracteriológica. El hombre de estas generaciones no ha evolucionado, ha cambiado a impulsos del cambio de la mujer en "su" circunstancia. Respondería el proceso a dos leyes naturales de las tres descritas por Descartes: el principio de inercia: “cuando una parte de la materia ha comenzado a moverse, no hay razón alguna para pensar que dejará de hacerlo con la misma fuerza, si no encuentra nada que retarde o detenga su movimiento.”, y la del movimiento rectilíneo: “Todo cuerpo que se mueve tiende a continuar su movimiento en línea recta.”

Impulso por un lado, retroceso por otro, cumpliendo la ley física de relación de fuerzas. Es natural. Las costumbres a veces tardan en cambiar siglos, pero otras son aceleradas por los procesos políticos, y por leyes. Ha sucedido en la consideración social del homosexual, por ejemplo, y también en el papel de la mujer al dar un giro de ciento ochenta grados respecto al de las generaciones anteriores. Digo a menudo que esto no es una democracia en sentido estricto, pero sí hay una feliz democratización en otros aspectos o una socialización de la costumbre, y uno de ellos es éste que produce efectos múltiples.

En resumidas cuentas entiéndase como se quiera entender, vivimos en España tiempos de un intenso predominio de la mujer. Nos encontramos en una etapa en la que, en el plano al que me refiero aquí y pese a no haber alcanzado todavía las cotas de libertad y de igualdad respecto al hombre deseables, la mujer ha dado un firme impulso a su desenvolvimiento social. Es más, añade estas ventajas a las que históricamente tiene quien prefiere reinar a gobernar, que era lo que hacía la mujer tradicional al menos de las clases medias.

Hemos completado en fin en esta fase de la vida social española el ciclo en ambas direcciones, y yo creo que la mujer, en cuanto a género viviente, debe sentirse satisfecha de haber tomado cumplida “venganza” por el tiempo que el hombre la ha tenido postergada y por la necia desigualdad entre hombre y mujer.

Alguien me dirá que aún queda mucho trecho para equilibrarse en la sociedad actual la influencia y protagonismo de ambos sexos. Y me sospecho que quien así razona se refiere a una fase en que la mujer no ya predomina, sino que domine en toda la sociedad y la abrume; una sociedad sobrecogida por un hembrismo tan bochornoso como el machismo felizmente liquidado.

Y quizá tenga razón. Porque en España también predomina la sociedad de extremos, poco o nada inclinada al término medio. Se siente atraída o por el cilicio o por la desmesura. Por eso pese a que la mujer no ha llegado en lo laboral a las cotas alcanzadas por el hombre, puesto que tiene en general mayor inteligencia práctica que el hombre, en los demás aspectos toca otro desequilibrio cultural de este jaez. El equilibrio, que existe en la Europa vieja, se producirá más adelante, cuando de la tesis se haya pasado a la antítesis y de aquí ya no quede más remedio que acabar en la síntesis.











>> Autor: Jaime Richart (04/09/2009)
>> Fuente: -Jaime Richart


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