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EL RÍO PANCRUDO EN LA ÉPOCA DE OTOÑO.
Paisajes escondidos en los entonos de Calamocha. Teruel.

Otoños sembrados de marrones y de verdi-amarillos en hojas diáfanas cubren todas las riberas de los barrancos como el Pancrudo y de los ríos como el Jiloca, que en los primeros días en que llegan los fríos a estas tierras, se transforman, se engalanan y se desvisten por momentos, llenando las carreteras de hojas que son abanicadas al viento.







A mediados de octubre es el momento para buscar setas. Los parajes se llenan de vehículos, y las gentes de desperdigan en busca de estos manjares. Aunque las setas más valoradas en estos lugares son las setas de cardo, aunque aparecen las de chopo en gran parte del año.

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A la salida de Calamocha por el polígono industrial de Jancal, pasaremos por la primera población de esta excursión al cruzar por debajo la autovía, Navarrete del Río. A Calamocha accedemos por la autovía Teruel-Zaragoza.

Cada época tiene una belleza especial en estas tierras del Valle del Jiloca, que a primer golpe de vista parece sosa, pero que no lo es en absoluto. Son lugares donde hay mucho que ver, si se sabe mirar, fijándose en lo que esta Naturaleza esconde. La geología presenta numerosas vetas de colores, pasando de las tonalidades amarillas a las rojizas.

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Los chopos cabeceros -referentes de lo que fueron estas costumbres en torno a la construcción de las casas usando la madera, empiezan a tomar colores diferentes a la llegada del otoño, a la llegada de los fríos, que despliegan una iluminación que penetra en las pupilas con sus amarillentos verdosos; las llena y rellena de romanticismo, de pasión y de sensaciones.

Son paisajes que necesitan ser aliñados de buena compañía para compartir detalles cuando uno recorre sus senderos. Espacios repletos de curiosidades del pasado que merecen de buenas tertulias, un reposado y pausado caminar con unos buenos prismáticos espiando a las aves que aquí están en su paraiso: milanos, buitres, cernícalos, ratoneros, águilas reales, águilas calzadas, pitos reales, abejarucos, oropéndolas, alcaudones, arrendajos, etc.

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Nuestra ruta:
Salir de Calamocha cualquier día al clarear el Sol para tomar la carretera de Navarrete del río y circular por la carretera que junto al río Pancrudo se dirije a Barrachina. Un espacio de peirones solitarios, envejecidos por los hielos y por el calor de este clima cambiante, que no saborea casi de las primaveras ni de los sueves otoños. Pasa del calor al frío en un pestañeo o viceversa. El paisaje esta pelado de vegetación, excepto el que acompaña de cerca a la ribera, llena de choperas.

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Estos peirones que aparecen en el paisaje, son raros para los que no estén aconstumbrados a estas tierras, solitarios. Que no son más que contrucciones de aspecto monolítico que se levantaban en los accesos de los pueblos de casi todo Aragón.

Tenían en muchos casos, una función orientativa, además de un importante carácter religioso pues en ellos se realizaban rogativas a alguna virgen o santo.

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El río Pancrudo nace en la Cuenca Minera y recoge agua de las sierras de Cucalón y de Lidón. Como su cuenca hidrológica es reducida y las precipitaciones escasas, el caudal es menguado. Es un río de montaña, con una pendiente notable y unas aguas frescas y oxigenadas que proceden de la infiltración de las lluvias equinocciales. En esta comarca son habituales las lluvias torrenciales de verano. Un conjunto de factores favorecen su acción erosiva: laderas inclinadas, materiales blandos y poco permeables, ausencia de bosque y sobreexplotación del pastoreo. La vegetación es un pastizal ralo y espinoso que pugna por colonizar el suelo desnudo ante la presión del ganado. Su evolución a bosque se trunca por el efecto del diente de la oveja, la compactación por pisoteo y la recurrencia de los incendios del matorral.

El rebollar (Quercus faginea), que prospera sobre calizas de suelos frescos y profundos alberga gayuba, guillomo y erizo (queda una buena muestra entre las poblaciones de Barrachina y El Villarejo). En los cantiles venteados se instala la carrasca (Quercus rotundifolia), más rústica, que se asocia con enebro (Juniperus communis) y sabina negral.

Las laderas yesosas son el ambiente apropiado para el desarrollo del sabinar (Juniperus thurifera), cada vez más degradado en el valle (queda un buena masa en el término municipal de El Villarejo).

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Desde Barrachina a El Villarejo, cruzando las aguas del río Pancrudo, una pista en la que termina el asfalto nos lleva a otra zona donde las sabinas centenarias aparecen en el paísaje. Reliquias que han sobrevivido a talas indescriminadas para leña, y también cuando la gran tala indiscriminada se produjo cuando la construcción de ferrocarril Valencia-Burgos allá en 1900, cuando se empleaba su madera para las traviesas en las vías.

En el mismo Valle del Pancrudo, en un espacio apartado y silenciosamente discreto, aparece el albergue de Barrachina y sus casas rurales adjuntas, pero permanece cerrado al llegar el invierno.

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Esta tierra, esta formada por suelos yesíferos.
El yeso es una sal tóxica que sólo toleran algunas plantas muy especializadas como el arnacho, la ontina (Artemisa herba-alba) o la alharma.

En los montes degradados se instala un pastizal de aliagas, tomillo, espliego, dedalera y ajedra. En el fondo del Valle se encuentra el soto fluvial compuesto por chopos cabeceros, sabimbres, sargas y junqueras.

Sobre la variedad de ambientes vegetales se traduce en una riqueza faunística. En el río aparecen truchas autóctonas, rata de agua e invernantes garzas reales. En los prados abundan topillos y musarañas, con la presencia de garduña, gato montés, jineta, zorro y tejón entre otros. En las choperas aparece en verano el cuco común.

En los matorrales y en los bosques aparecen las perdices que permanecen todo el año en estos lugares, las rebalbas, y los lagartos ocelados. En los taludes arcillosos aparecen en verano los abejarucos empleándolos para anidar en sus túneles, y también aparecen las chillandras. En los altos roquedos podemos detectar a los buitres leonados que en estos lugares abundan, con la presencia en verano sólo de alguna pareja de alimoches.

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Algunos detalles de la formación del valle del Pancrudo.
Las rocas que componen los montes de este río del Pancrudo son sedimentos depositados durante el Terciario en una cuenca continental que se extendía desde Calatayud hasta Teruel, que al no plegarse se han mantenido horizontales dejando un paisaje más o menos suave.

La acción erosiva del río y su red de ramblas incidió sobre la plataforma horizontal de calizas, de las que han quedado formidables muelas, testigos del paisaje que se transformó. Seccionado el duro estrato superior, los agentes erosivos fueron abriendo profundos barrancos con acusados relieves al actuar sobre los sedimentos más blandos. Así, bajo los escarpes calizos se observan estratos de limos y arcillas intercalados con materiales calcáreos y otros estratos de yesos entre los que aparecen nódulos ferruginosos de sílex.

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En el tramo inferior de valle dominan los conglomerados silíceos y las arcillas rojas que al erosionarse forman cárcavas como la de los conocidos "Tollos". En el fondo del valle, se ha formado una terraza fluvial con gravas y limos del Cuaternario, donde prospera una fértil vega.

Las curiosidades de la industria del yeso que en estos puntos floreció.
Sobre las laderas afloran grandes cristales laminares y fibrosos de sulfato de calcio que brillan en determinados momentos del día con los rayor del sol. Estos yacimientos se aprovecharon desde antaño para la fabricación de yeso. Junto a la carretera aún se ven los antiguos hornos donde se calcinaba el mineral; en ello se debió necesitar abundante leña, lo que explica la deforestación del valle.

Aguas arriba en el término municipal de Barrachina, aparecen minas de alabastro, que es una variedad de yeso para uso ornamental.

El chopo cabecero (Populus nigra) presenta un tronco grueso con huecos en su médula, así como varias ramas verticales (vigas) que nacen a un mismo nivel y alcanzar gran altura. Es el producto de una actividad tradicional: la escamonda, desmoche periódico de las vigas para su uso en la construcción. Del tronco podado brotan nuevas ramas, mientras que el tronco continúa engrosándose y, en su interior, al descomponerse se forman oquedades que usan las aves nocturnas y los mamíferos para nidificar o para refugiarse.

Estos chopos cabeceros ofrecen nichos ecológicos a una variedad de fauna que los emplean como cotos propios de caza y como refugio sobre todo en épocas de calor. Las choperas son un auténtico y extenso oasis de refugio para la fauna que se mueve a todo el entorno de la ribera.

Las setas más comunes entre las choperas es la seta de chopo que se puede encontrar en varias épocas del año, pero en los prados es la seta de Cardo la más valorada, aunque en los pinares cercanos, en los que aparecen masas forestales considerables son los rebollones los más buscados.

El Pinar de Torrecilla en la Sierra de Cucalón.
Acercarnos a la población de Torrecilla del Rebollar, entre carreteras estrechas pero entre una riqueza paisajística escepcional, y recorrer los pinares del entorno, será una ruta para adentrarlos en un bosque de pino albar y de roble rebollo, donde descubriremosun espacio forestal de montaña que es un refugio para la fauna y flora en todo un radio de acción bastante considerable, en el sector este de la sierra de Cucalón.

* Interesante explicación de Chabier de Jaime de Calamocha, sobre este espacio con unas características naturales muy personales... (Vídeo...)

>> Autor: Ibérica 2000 (16/01/2011)
>> Fuente: Recopilaciones para Ibérica 2000.


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