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EL PINAR DE TORRECILLA DEL REBOLLAR... DESDE CALAMOCHA.
Comarca del Jiloca. Teruel.

Este itinerario propone un agradable paseo por un bosque de pino albar y de roble rebollo, donde pueden observarse una flora y una fauna característica de las comunidades forestales de montaña.

En este momento, nuestros compañeros recorren la zona desde Anento (Daroca).
En breve alojaremos sus imágenes y enlaces.
Un saludo a todos/as. Pilar Colomer - Desde Barcelona.






El sector oriental de la sierra de Cucalón ofrece diversas excursiones de gran interés a través de la masa boscosas que la cubre. Nosotros hemos seleccionado una, aunque sugerimos variantes alternativas. Para nuestro itinerario se necesitan poco más de dos horas, siendo la primavera y el otoño las épocas más apropiadas para realizarlo. La topografía suave, el aspecto homogéneo del bosque y la compleja red de pistas y cortafuegos facilitan la desorientación y el extravío por el pinar; como la información cartográfica no está actualizada, recomendamos prudencia y atención durante los recorridos, sobre todo cuando se va en busca de setas.

El recorrido hasta el pinar desde la localidad de Torrecilla del Rebollar se puede realizar en coche, evitándonos así un tramo de camino entre campos de labor.

En el pueblo hay que llegar hasta el peirón de Santa Ana. De allí parten cuatro caminos: tomaremos el segundo a la izquierda, que sale recto y se encamina hacia el monte. Al poco, cruzaremos la rambla de Carramonte -pequeño regato acompañado de una interesante chopera- para subir un trecho encosterado hasta un abrevadero entre cultivos aterrazados de cereal. Junto a él hay un desvío, y habrá que tomar en camino de la derecha que pasa junto a una paridera. Un poco después encontraremos otro desvío frente a una ladera descarnada, en el que hay que tomar el camino de la izquierda, que sube hacia una rambla y, tras unas parideras, puede dejarse el vehículo. No habrán transcurrido más de 10 minutos desde el pueblo.

Las características geológicas de estos montes son comunes a las referidas en el itinerario del marojal de Pelarda. Es decir, sustratos detríticos de conglomerados silíceos, limonitas y arcillas del Terciario, sobre los que se instalan suelos profundos, algo ácidos y con tendencia al lavado de nutrientes. En cuanto a la topografía, esta parte de la sierra presenta una disposición alargada en dirección NO-SE, de cuyas vertientes nace el río Aguas Vivas, el río Segura (afluente del río Martín) y la Rambla del Pinar (afluente del río Pancrudo). Aunque hay cotas superiores a los 1300m. El relieve es suave y de aspecto alomado, estando surcado por numerosas ramblas de fluctuante caudal.

En una de ellas se inicia el itinerario: la de la Cañada Ramón. Es una rambla de aguas limpias y frescas, que bajan rápidas entre los cantos redondeados de areniscas y cuarcitas. Sorprende no encontrar un lecho fluvial con sedimentos finos trabados por materias orgánicas, pues se debe al periódico empuje de la corriente primaveral. Este dinámico sustrato es colonizado por las sargueras -pequeños sauces arbustivos adaptados a la sequía- que alcanzan con sus raíces la escasa corriente que discurre bajo los cantos y que, en las tormentas estivales, frenan y filtrar las aguas torrenciales.

Hasta el irregular cauce de la rambla bajan los arbustos de la orla espinosa del rebollar. Las estepas y las aliagas cicatrizan las áreas más pastoreadas, mientras que las zarzas, escaramujos y enebros crean un anillo protector del robledal. En las partes bajas del monte, aquel se compone básicamente de rebollo, mientras que en las altas se hace algo más abundante el marojo formando ambos, como veremos, un estrato arbustivo en el pinar.

A los 10 minutos el camino se ramifica en tres. El de la izquierda sigue el curso del Barranco de Cañamadera, una excursión alternativa que sugerimos al excursionista para otra ocasión. El de la derecha, que deberemos tomar, sigue el arroyo que baja por el Barranco de Cañarramón.

Entraremos en éste pinar. Se trata de un bosque bastante extenso y uniforme en el cual la especie dominante es el pino royo o albar, que encontraremos en todas sus edades, desde ejemplares centenarios hasta pimpollos, pues la propagación espontánea es una realidad. Los troncos y ramales de los pinos suelen ofrecer formas tortuosas, aunque no están muy afectadas por las plagas; así, apenas veremos ni procesionaria (Thaumathopoea pityocampa) ni muérdago (Viscum album).

El pino royo es una especie cuya distribución geográfica tiene su óptimo en la región eurosiberiana, ya que requiere precipitaciones superiores a las de la región mediterránea. En ésta puede establecerse en zonas montañosas -de altitud superior a los 1.500 metros donde existan temperaturas medias anuales comprendidas entre 8 y 4º C y las precipitaciones no bajen de los 600 Mm. al año.

Por ello, la presencia de una amplia masa forestal de esta especie en la Sierra de Cucalón representa una cuestión para la que no hay unanimidad de explicaciones. Por un lado, al estudiar las características físicas de esta sierra puede verse que casi superan el límite ecológico de este pino. Así, el área que ocupa en estas montañas presenta altitudes que van de los 1.200 metros a los 1.400 metros, las temperaturas medias anuales están sobre los 10 ºC y las precipitaciones medias son de 550 mm. Por ello, hay razones para pensar que el pinar ha podido evolucionar de plantaciones antiguas.

Por otra parte, la antigüedad del bosque, su estructura compleja, la facilidad de auto propagación, el vigor de crecimiento y las condiciones climáticas tan próximas al límite de requerimiento, fundamentan opiniones sobre el carácter autóctono del pinar.

Es posible que, tras la última glaciación, el pino royo se acantonara en estos montes, como ocurrió en las sierras de Gúdar y Albarracín, formando un relicto botánico. Y que, en tiempos históricos más o menos próximos, extendiese su área de distribución por la intervención humana, bien directa -mediante plantación- o indirecta -por eliminación del robledal-. Debe recordarse que es el pino con la madera de mejor calidad, y considerar la proximidad de la Cuenca Minera, que ha sido una zona de intensa demanda maderera.

En cualquier caso, y sea cual sea su origen, la presencia de un bosque de pino royo en una sierra tan seca que aparece colgada sobre la depresión del río Ebro, y a la que casi no alcanzan efectos benéficos de los frentes atlánticos ni de los temporales mediterráneos, es un hecho de gran interés. A ello hay que añadir su interés económico por la producción de madera, por la calidad del paisaje - tan diferente de las artificiales repoblaciones forestales actuales- y por las comunidades biológicas que alberga, que pueden reservarnos interesantes sorpresas. Por todo, creemos que este pinar exige un esfuerzo para que su gestión forestal no comprometa su conservación y, al tiempo, permita su evolución hacia un bosque de mayor calidad.

En las zonas de menor altitud y laderas soleadas veremos que los rebrotes de rebollos y marojos pugnan por crecer entre los pinos. Son los renuevos que brotan de las raíces superficiales y que pretenden restablecer sus dominios, en base a su estrategia colonizadora. Esta consiste en que, a partir de la producción de hojarasca crea un suelo forestal y, con el crecimiento de su vuelo, un sombreado en el que con dificultad crecerán otros árboles competidores. Pero la intervención humana, con la tala de los rechizos de los robles para la obtención de leña, favorece la presencia del pino -más rentable- y restringe la evolución progresiva del rebollar y marojal.

Cuando la degradación del bosque ha sido muy intensa, aparecen arbustos adaptados a suelos muy pobres y soleados, como la estepa, el cantueso y el biércol. En zonas incendiadas -pues el fuego por rayo es una realidad al ser habituales las tormentas estivales encontraremos también el brezo ceniciento (Erica cinerea) y la escoba entre los brotes del roble.

Si no media alteración, el estepar o jaral alcanza su máximo desarrollo y, por el micro ambiente húmedo generado, aquel se degrada por las infecciones causadas por hongos parásitos que acaban debilitándolo.
Mientras tanto, la gayuba ha ido tapizando los huecos de las estepas y los pinchudos enebros ya levantan varios palmos del suelo. Y así, se van creando condiciones que permitirán la germinación de las bellotas de rebollo que el arrendajo ha ido escondiendo cada otoño entre el mantillo.

El camino sigue el curso ascendente del Barranco Cañarramón, por cuyo fondo baja un regato en primavera. Abundan en sus márgenes las sargueras, escaramujos y zarzas, mientras que las zonas cubiertas por guijarros son ocupadas por aliagas, tomillos y ajedreas. En este irregular soto arbustivo abundan las currucas zarcera, rabilarga y capirotada. Casi todos los pequeños pájaros forestales que fueron citados en el itinerario del marojal de Pelarda los podremos encontrar aquí, siendo particularmente abundantes los petirrojos y los carboneros garrapinos. Estos últimos utilizan para nidificar las cajas nido que se instalan en los árboles, supliendo con ello la falta de grandes y viejos árboles agujereados característicos de los bosques bien conservados.

En el pinar vamos a encontrar especies de pájaros propios de los bosques de montaña, que son escasos en el resto de la Comarca del Jiloca. No son difíciles de ver los bandos de Verderón Serrano (Serinus citrenella), pequeño pájaro propio de pinares alpinos. Más discretos son los diminutos reyezuelos listados (Regulus ignicapillus), que gustan de visitar las ramas bajeras de los robles en primavera, mientras que en invierno se agrupan con los paridos. Otra singular ave es el trepador (Sitta europea) que recorre los troncos de los pinos buscando en las grietas pequeñas orugas para alimentarse.

A los 20 minutos de marcha, a nuestra derecha, entre el camino de la rambla, encontraremos un árbol monumental. Es un vigoroso pino royo de más de trece metros de altura, con un tronco de casi medio metro de radio, el cual está dividido en tres gruesos fuertes que crecen divergentes. Este centenario ejemplar de pino crece en una terraza fluvial del arroyo, sobre un sustrato de arenas y cantos, y se beneficia de la humedad edáfica para sobrellevar la sequía estival que tanto afecta a esta especie.

Poco después encontraremos un desvío. A la izquierda sube un camino que no hay que tomar y por el que luego retomaremos. Seguiremos por el de la derecha. Inmediatamente habrá un nuevo desvío, debiendo de continuar por el de nuestra derecha. A la hora, llegaremos a un pequeño prado rodeado de pinos, bajo una vaguada en umbría. A este paraje pintoresco se le conoce como "Peñarrubia" por los tonos rojizos de las rocas que emergen. El talud nos muestra una sección de los estratos alternantes de conglomerados y arenas. Antaño de entre la roca manaba una fuente de la cual se nutría el arroyo de Cañarramón.

En el prado podremos encontrar una joya botánica no exenta de vistosidad. Es la conocida genciana blanca (Laserpitium latifolium), planta herbácea de la familia de las umbelíferas que alcanza más de un metro de altura y que tiene una inflorescencia en umbela de color blanco. Es una planta herbácea propia de los claros de bosques de hoja caduca de la región eurosiberiana y que en el sur de Aragón solo se ha localizado en las zonas más frescas del macizo de Gúdar.

En este rincón crecen otras plantas características de los bosques húmedos y sombríos que, tras la retirada de los hielos de la última glaciación, debieron quedar relegadas a las sierras más frescas. Así, son comunes unas campánulas de flores azules, el aromático clinopodio, la medicinal betónica o la fragante violeta. Hay que decir que en la fresca umbría del pinar pueden verse otras muchas plantas, algunas de las cuales ya fueron referidas en el marojal de Pelarda.

De nuevo nos sorprenderá la variedad de líquenes y musgos que recubren los cantos del roquedo y las arenas, tan distintos de los que agarran a los troncos o cuelgan de las ramas de pinos y robles.

La pista prosigue a través del frondoso pinar que nos invita a recorrerlo en silencio y atención, y que nos llevará a los "Cinco Rebollos", paraje por donde pasa el antiguo camino que -a través de la sierra_ cruzaban arrieros y carreteros por ser el recorrido más recto entre Teruel y Zaragoza. Chabier de Jaime nos sugiere retroceder un poco hasta el primer desvío que ya vimos tras el pino centenario.

Este camino nos permitirá cerrar el itinerario. El firme está deteriorado por tratarse de una trocha de sacar madera y por tener una apreciable pendiente. Este tramo de pinar está más aclarado por cortas, pero pueden verse ejemplares centenarios que acertadamente han sido conservados. Entre los pinos crecen la trepadora madreselva, la mentironera, el singular cornejo o el intratable arañón con cuyos frutos se fabrica el pacharán, tan parecido a nuestra retacía. En este ambiente más soleado entran plantas más vivaces del sotobosque como el culinario orégano, el tomillo endémico de la cordillera ibérica (Thymus leptophyllus) o el cártamo silvestre.

Es un buen lugar para sentarse a descansar y observar la fauna del bosque. Entre la hojarasca del rebollar encontraremos unas sorprendentes arañas globosas o podremos oír los furtivos movimientos de una pareja de musarañas, todo ello acompañado con el tamborileo del pico picapinos, el profundo canto del cuco, la visión fugaz del azul cobalto del arrendajo o el poderío batir de alas de la paloma torcaz. Estos pájaros de mediana talla resultan muy numerosos, y tal abundancia de biomasa no pasa desapercibida a los depredadores que, a su vez, encuentran un bosque maduro donde refugiarse y criar. Así, no será raro observar el vuelo circular de un ratonero común mientras chilla su maullido característico, o la señorial águila calzada que instala su nido en lo alto del pino o la irrupción del azor que aparece en el claro mientras persigue a un zorzal.

La frondosidad del pinar ofrece protección a una variada fauna de vertebrados. Aquí se encuentran las especies de carnívoros más montaraces y, hasta bien entrado el siglo se conoció el lobo. La presencia de éste nos queda en el topónimo "Lobera" y en las mentes de los mayores del lugar, que recuerdan cómo bajaban cánidos hasta el pueblo cuando la nieve cubría la zona y les dificultaba la caza.

No hay que decir que todo este bosque ofrece tras las lluvias -sobre todo en las otoñadas- una fenomenal diversidad de hongos. Así, pueden verse, amanitas, agáricos, coprinos, fonquetas, rebollones, pardillas, babosas, rúsulas, boletos y muchas más. Hay que insistir en la importancia de estos seres vivos en el funcionamiento del ecosistema como descomponedores de la materia vegetal muerta. Por ello, deben ser respetuosos y garantizar su protección aquellos buscadores de setas que van pisoteando todo hongo que no les suene a comestible, como si estuvieran redimiendo a la humanidad de un veneno satánico.

A eso de las 2 horas y 10 minutos, la senda sale a un camino instalado sobre un cortafuegos. La Parte de nuestra izquierda nos llevará hasta el inicio del recorrido.

A poco que conozcamos la sierra, pronto nos percataremos de la proliferación de pistas forestales, trochas de sacar madera y cortafuegos que diseccionan el bosque, fragmentándolo en un conjunto de parcelas. Se considera que algunas de estas actuaciones causan un impacto negativo al medio natural, pues generan procesos de erosión y acarcavamiento, así como facilitan acceso incontrolado de personas cuyo comportamiento representa un factor de riesgo (basuras, incendios, etc.), al tiempo que supone una agresión a las comunidades biológicas del bosque.

Junto al camino encontraremos una pequeña balsa. En el pinar que crece entre Torrecilla y Salcedillo son abundantes unos balsetes de inundación periódica, que contienen genuinas comunidades vegetales. Estas se ordenan según una sucesión espacial regida por la humedad del suelo. Observaremos una menta poleo de reconocido aprecio para tisanas o la discreta Eleocharis palustris, pequeño junco que aparece en los herbazales de orillas de humedales, que está sufriendo un serio enrarecimiento en Aragón por la degradación que han sufrido las zonas palustres. Además de la rana común y la culebra de agua que veremos dentro de estas balsas, también esta sierra alberga un sorprendente anfibio: la ranita de San Antonio (Hyla arbórea). Se trata de una pequeña rana equilibrista de color verde vivo, que puede cambiar hasta de pardo.

Seguiremos el camino que pasa entre pinos royos y matorral con rebollos y estepas. En este ambiente podremos descubrir a la totovía, el pinzón o al papamoscas gris.

En las orillas de la pista gusta solearse la víbora (Vopera latastei) a la que conviene no molestar. En los montes de sustrato detrítico del valle del Pancrudo siempre han sido abundantes los reptiles. Sin ser una plaga bíblica, como algunos creen, cada año solía haber algún caso de picadura de víbora y eran tratados de un modo sorprendente. En Portalrubio, lugar del alto Pancrudo, existe una pequeña piedra de nácar procedente de Cuba que presenta propiedades curativas para las picaduras de serpientes. Tras mojarla se pasa presionando sobre la zona afectada por la picadura. Para los escépticos, hay que decir que al parecer más de cien personas fueron curadas por esta mágica piedra.

Continuaremos por el camino y, en su descenso éste nos ofrecerá una buena perspectiva de la parte meridional de la sierra. Hasta no hace mucho tiempo el bosque casi alcanzaba la totalidad de Torrecilla, pero las roturaciones de la posguerra y, sobre todo. Las roturaciones realizadas con máquina pesada por gentes de fuera, al calor de las subvenciones oficiales, han arrinconado al pinar a las partes altas. Desconcertante política agraria cuando en la actualidad se subvencionan los abandonos de cultivos y se suspira por recuperar el bosque.






A las 2 horas, y tras bajar por unas recurvas, alcanzaremos el cruce de los tres caminos y, al poco, el punto de inicio, concluyendo el itinerario.

En Torrecilla del Rebollar debe verse la esbelta iglesia barroca de obra de mampostería, que tiene una altiva torre de estilo mudéjar que se restauró. Contiene una impresionante cruz procesional de plata con gran ornamento escultórico de figuras que puede verse en el pueblo en las fiestas agosteras. Es el único pueblo de la comarca con pinares productivos, aunque las gentes viven del trigo, de cosechas bastante seguras por lo fresco de estas tierras. La misma altitud y lo expuesto del terreno al aire frío y seco de la sierra, garantiza un curado de calidad para esos perniles -de cerdos engordados sin prisas-, y se obtiene así un jamón de gran calidad, el famoso "Jamón de Teruel" reconocido con denominación de origen.

Debemos sugerir un itinerario complementario que puede realizarse desde aquí. Es la visita al Balneario de Segura de los Baños, al cual se llega pasando por Villanueva del Rebollar, Vivel del Río y tras el pueblo y puerto de Segura, se desciende hasta el río Aguasvivas, en cuya orilla se ubican las instalaciones. Son aguas de mineralización escasa que tienen reconocidas indicaciones para litiasis renal, reumatismos articulares, neuralgias, afecciones oculares y ginecológicas y procesos de convalecencia. De hecho hay un refrán que dice:
"El agua de Segura todo lo cura
menos gálico y locura" (El Gálico es la sífilis)

El balneario está situado en un entorno de gran belleza paisajística y presenta gran interés para los naturalistas, ya que el río pasa entre unos formidables desfiladeros. La umbría del roquedo permite la existencia de un bosque húmedo ripario; en las paredes se instala una colonia de buitres leonados y crecen ejemplares monumentales de hiedras centenarias. Lo abrigo del valle permite que en los huertos se cultiven frutales de calidad, sobre todo la inigualable manzana reineta. Por las laderas del matorral, ya encontraremos romero, que nos habla del efecto suavizante del clima del cercano valle del Ebro.

Artículo extraído de:
Libro "Por la Laguna de Gallocanta y Sierras del Jiloca". Pág. 147.
De Chabier de Jaime Loren.
(Lo tenéis en la biblioteca de Calamocha-Teruel)

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>> Autor: Ibérica 2000 (30/12/2010)
>> Fuente: Equipos de Ibérica 2000, desde Anento.


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