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DESDE CALAMOCHA A LUCO DE JILOCA.
Rutas en bici, por el Valle del Jiloca… (Teruel)

En esta ocasión recorreremos el curso del Jiloca. Pedalearemos descendiendo el río paralelos a la vía abandonada del tren Valencia-Burgos. Una cañada que inicia en la población de Calamocha, en el Valle del Jiloca. Teruel. Junto al puente romano situado dentro de esta población, y saldremos por la calle de las fábricas…



* Ruta de Luco de Jiloca a Báguena... (http://www.iberica2000.org/Es/Articulo.asp?Id=4115) (Descrita en...)

El nombre de Calamocha es de origen musulmán, y se debió a la existencia en aquella época de una Torre o Castillo (Calat) en la plaza de España de la población. La localidad ya estuvo poblada durante la prehistoria y la colonización romana.

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El Puente romano de Calamocha sobre el Jiloca.


La romanización del valle del Jiloca trajo consigo una serie de construcciones relacionadas con el aprovechamiento del agua para usos domésticos y agrícolas, y otras destinadas a facilitar las comunicaciones entre las ciudades. Estas infraestructuras han estado en uso a lo largo de los siglos.

Este puente era un punto clave de la calzada –por la que vamos a internarnos- que iba de Zaragoza a Córdoba. Dispone de un único arco de sillares de seis metros de luz. Se data entre época republicana y el siglo 1 d.C. situado sobre el río Jiloca, dentro del casco de Calamocha. En este entorno se encuentran los restos de un viejo molino, hoy en total estado de ruinas. Muy cerca se encuentra el convento de La Concepción, que es un edificio del s.XVII de apariencia sobria, que sigue siendo usado por monjas de clausura.

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Lavaderos de Lana del Jiloca.




El término municipal de Calamocha se presta a rutas en bici, por infinidad de veredas…
(También es una ruta para hacerla a pie, con prismáticos y un buen calzado...)
Una paseo sencillo para todos los públicos.
* Podemos emplear en la ida y vuelta: Unas 3 horas aproximadamente.
* Características: pista sin asfaltar llana.
* En caso de lluvias: la pista en algunos puntos, se transforma en barrizal.


En Calamocha tienes de todo, una ciudad comercial con infinidad de servicios por si se nos olvidara cualquier detalle para la mochila. Bien comunicada por autovía y por tren, nos será fácil llegar a ella y a su comarca. Esencial revisar nuestro equipo, llevar chubasquero, un poco de agua, una cámara de recambio para las ruedas, parches por si pinchamos más de la cuenta, y una hinchadora. Ropa de abrigo con un cambio de calcetines por los charcos si ha llovido (entonces el disfrute de barrizal esta asegurado en algunos tramos para los más atrevidos), y por supuesto algo para picar, como frutos secos o chocolate.

En Luco de Jiloca aunque no hay servicios, están provistos de un sencillo bar, donde nos pueden preparar cualquier cosa que nos apetezca, almuerzo o comida.

Nuestra salida de la ciudad la podemos hacer por la calle de las fábricas. La empresa de mantas y sus naves que fue clausurada hace ahora más de 20 años, la dejamos a nuestra derecha.

Elegimos para recorrer este itinerario, mediados del mes de abril, cuando en esta época y en estas tierras aún es momento de repentinas lluvias y de fuertes nevadas. La vida en estos campos inicia su explosión, empiezan a agrietarse los brotes con los primeros calorcillos que despiertan el alma de estos lugares; ya salen de las duras y largas noches de hielo. La Naturaleza y su ecología en conjunto despierta, se baila la danza nupcial, se busca alimento y empiezan las primeras construcciones de nidos en las aves. Los mirlos y los verdecillos serán los primeros en prepararse. Las alondras, las calandrias, las totovías y cogolludas ya festejan al viento entre los sembrados del cereal, en su canto al sol de la primavera, que aquí llega tarde.

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A muy poca distancia de la población se anuncia el primer paso a nivel sin barreras. Aparecen a nuestra izquierda toda una batería de encinas centenarias que merecen una primera parada. La casa "El Tormo" nos servirá de referencia. Pasamos las vías ascendiendo por el camino, y junto a los restos de una vieja noria para el riego, se mantienen ordenadas resistiendo al paso del tiempo. En este altozano, se divisa Calamocha desde otro ángulo.

Pasando caseríos derruidos y campos de labranza recién trabajados destinados normalmente a trigo, seguimos entre serpenteantes curvas con almendros y frutales recién florecidos junto al camino, que abren vallecillos escondidos entre las dos vertientes montañosas, siempre siguiendo el río en sus orillas y nunca perdiendo la vista de la vieja vía.

La aliaga en esta época florece y todo se llena de tonalidades amarillas. Ya se oye el tamborileo del Pico Picapinos entre las choperas junto al río, el Cuco marca su espacio con su canto, también la escandalosa presencia del Críalo (Cuco real) se hace patente, que busca parasitar nidos de urracas entre el ramerío del pinar.
El Cuco común (Cuculus canorus) y el Críalo (Clamator glandarius) son aves parásitas, ponen huevos en los nidos de otras aves, quienes finalmente se las crían.

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Construcciones que se han quedado ya solitarias... hacemos un descansillo y observamos el entorno.

El Cabezo raso.

Estos lugares escondidos antiguamente, estaban poblados de sencillas aldeas de las que hoy solo quedan humildes restos que hay que saber interpretar.
Pequeño poblado de época celtíbérica, situado en una pequeña colina en el margen izquierdo del río Jiloca, justo en su confluencia con el Pancrudo.

Se trataba de un poblado fortificado, con un fuerte valor estratégico. Parece ser que existían tres torreones de piedra de planta circular, que no se conservan en la actualidad. En el lado Noroeste, en su punto de más fácil acceso, fue construido un foso.

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Son bellos paisajes, pedaleos acompasados por chopos cabeceros, aliñados de historia romana y moradores de desaparecidas aldeas.

Nos acercamos hacia la zona recreativa donde vierte el Pancrudo, Estrambasaguas. De lejos divisamos la ermita del Rosario a la derecha del río y junto a la carretera nacional, en la que destaca la linterna de su cúpula.





Estrambasaguas y la ermita del Rosario.

El nombre de Estrambasaguas proviene de un despoblado medieval que se ubicó en la margen derecha del río Jiloca, en una pequeña colina dominando la confluencia con el río Pancrudo. La aldea fue abandonada en el siglo XIV, coincidiendo con las epidemias de peste, pero se debió conservar el templo parroquial, convertido desde ese momento en ermita popular. La actual ermita de la Virgen del Rosario o de Estrambasaguas es producto de una reforma posterior realizada a mediados el siglo XVIII.

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Desde lejos ya podemos divisar la ermita del Rosario, como preámbulo de entrada a un curioso paraje, entre-escondida desde la vía, pero situada estratégicamente junto a la carretera.

Estrambasaguas, como lugar estratégico.

Algunos parajes, situados en la confluencia de ríos o en el cruce de antiguos caminos tradicionales, adquieren con el tiempo una patina mágica y misteriosa, producto de la sucesión de culturas y del paso continuo de los hombres.

En Estrambasaguas coinciden las vías de comunicación que ponen en contacto el Valle del Ebro con el levante español, además de las transversales que remontan el valle del Pancrudo, atravesando el embalse de Lechago. La más antigua es este camino de herradura por el que hoy circulamos, que enlaza Calamocha con Luco de Jiloca por el valle, que fue la ruta principal de comunicaciones, con algunas variaciones en su trazado, hasta la construcción, posiblemente en el siglo XVIII, de la carretera nacional. Más reciente es el trazado del Ferrocarril Central de Aragón, construido a finales del siglo XIX para enlazar Santander y Valencia y actualmente abandonado, tras el cierre de la línea en el año 1.984.

El nudo viario de Estrambasaguas se constata también en el conjunto de puentes de diferentes épocas que se conservan en los antiguos poblados que se situaban en las colinas cercanas. La cultura popular, conocedora del tradicional valor otorgado a Estrambasaguas, ha identificado este lugar por su carácter místico-mágico, construyendo una ermita y convirtiéndose en lugar de romería de los pueblos cercanos.

Puede parecer extraña la construcción de semejante arco y puente para atravesar un pequeño río que se puede vadear andando, pero tras alguna tormenta, las arrambladas del Pancrudo son capaces de arrastrar todas las construcciones que se pongan a su alcance. Cronológicamente, aunque falta un estudio pormenorizado, se ha datado la construcción, aproximadamente hacia el s. I d. de C., sin embargo puede ser de cronología muy posterior.

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Interesante y que no pasa inadvertido junto a la ermita y en la carretera, es el Peirón de Luco, dedicado a recoger la Limosna de la Virgen del Rosario en Estrambasaguas. Llama la atención un detalle que sorprende; una destartalada caja instalada en una oquedad del Peirón como ofrenda al lugar, cerrada por diversos y oxidados candados.

El entorno natural del Pancrudo.

La estrechez del valle y las arrambladas del Pancrudo han permitido conservar en buen estado el entorno natural de Estrambasaguas. A pesar del escaso caudal que aporta el Pancrudo, no debemos subestimar su importancia y su biodiversidad, debido a un cierto aislamiento biogeográfico y a la buena calidad de sus aguas. El Pancrudo alberga una fauna piscícola donde destaca una de las pocas poblaciones de trucha común de raza mediterránea autóctona. Le acompañan otras especies como el barbo de Graells, barbo colirrojo, la madrilla, el gobio y la bermejuela, ésta última considerada especie protegida. El pez lobo, especie exótica –no natural en la zona- introducida, es una seria amenaza para las especies piscícolas autóctonas, aunque los datos que se tienen de las prospecciones realizadas, nos revelan que su presencia no es muy abundante por el momento.

Entre el grupo de mamíferos, destaca la presencia de nutria, aunque es muy difícil poderla ver. Solo podemos detectar sus excrementos sobre puntos resaltados en el río, como piedras aisladas, inconfundibles por su contenido exclusivo de escamas de peces de los que se compone casi exclusivamente su dieta.

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El Puente Romano.
Puente de tres ojos de sillería, con uno de los ojos más grandes del valle del Jiloca.


La presencia de Visón americano en todo el Jiloca es más abundante de lo que posiblemente se conoce. Se introdujo en la comarca por ejemplares escapados o liberados de granjas por la zona de Mora de Rubielos, entre los años 1.980 y 1.990, dedicadas a la cría peletera. Se ha extendido por todas estas zonas ribereñas, pero aunque comparte el territorio de la Nutria sin aparentes consecuencias, no cabe descartar que podría expulsar por territorialidad a otras especies de mustélidos, como la garduña, la jineta, el turón, al meloncillo, etc. Al poseer una dieta muy diversa, compite con otras especies en la búsqueda de alimentos. La nutria es especialmente dependiente de peces y de cangrejo. Probablemente, las poblaciones de rata de agua, se han visto reducidas por el posible aumento de la población de visón americano. No aparece visón ibérico en estas zonas.

En cuanto a la vegetación que nos encontraremos, podemos localizar abundantes álamos cano, sargas y zarzamoras, que proporcionan abundante alimento y cobijo a la fauna. Además de los típicos chopos cabeceros, que han sido podados al modo tradicional, de manera que su parte aérea es eliminada periódicamente, y vuelve a crecer en ramas rectas y alargadas que se utilizaban como vigas para la construcción de casas.

Algunos de los ejemplares de chopos cabeceros que aparecen en la zona recreativa acondicionada de Estrambasaguas, están muertos a causa de algún incendio. Pero es interesante conservarlos y mantenerlos en pie, pues siguen ejerciendo importantes funciones en el ecosistema. Proporcionan nutrientes a hongos, líquenes y briofitos, y también, albergan gracias a sus numerosas oquedades, a colonias de invertebrados, anfibios, aves y mamíferos. Aves como el torcecuello, el cárabo, el autillo, la abubilla o a carpinteros como el pito real o el picapinos. Aunque estos últimos prefieren madera más blanda como la del chopo vivo, en el que pueden verse abundantemente nidales en las numerosísimas choperas sembradas a lo largo de todo el recorrido.

En cuanto a la calidad del agua, la información que poseemos es que se mantiene pese a vertidos industriales, sobre todo al pasar por zonas de mataderos. La aportación al caudal de alcantarillas urbanas de aldeas o barriadas que aún no están direccionadas sus aguas a las correspondientes depuradoras urbanas, y las aportaciones de las aguas de escorrentía que lavan los campos regados por excesivo purín, proveniente de las granjas de cerdos de la zona, hacen que las propiedades sanas del agua del Jiloca, se mantengan en latente peligro. La pesca sin muerte en la mayor parte del curso del Jiloca y de sus afluentes más próximos, es exclusivamente para uso recreativo, no para ser consumida. Existe fauna microscópica que actúa como bioindicadores de la calidad de las aguas, y en el Jiloca por lo visto hasta la fecha, se mantienen presentes.

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Puentes de hierro y vías oxidadas que nos observan al pasar, inmóviles, apartados, leprosos por la herrumbre, que solo las ovejas lo cruzan, que forman parte ya de un paisaje pincelándolo de aires tenebrosos, de pasados olvidados, que fueron herramienta para el paso “moderno” de mercancías, espectáculo para las gentes de aquellos pueblos de 1.900 a los que facilitó sus relaciones y su sustento.

Sucesos ferroviarios que forman parte de esta leyenda.

El 22 de junio de 1.904, cuando apenas habían pasado unos meses desde la inauguración del Ferrocarril Central de Aragón, el puente ferroviario de Entrambasaguas se hundió al paso de un convoy, provocando el descarrilamiento del ferrocarril y la muerte de 5 personas.

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El suceso forma parte ya de la mitología colectiva del Valle del Jiloca, que magnificó la tragedia y hasta el número de víctimas, creando una especie de leyenda sobre el accidente. El accidente tuvo repercusión a nivel nacional, pues demostró que la línea se había construido rápido y mal, desconociendo las peculiaridades del Valle del Jiloca, con un río Pancrudo habitualmente tranquilo y seco, pero desbocado y bravío tras las tormentas de verano.

Precisamente fueron estas arrambladas veraniegas las que socavaron la cimentación del puente recién inaugurado y provocaron la tragedia. Entre los muertos figuraban varios padres escolapios, que fueron enterrados en el cementerio que entonces se acondicionó junto a la iglesia barroca de la Asunción de Luco, donde aún está la placa en memoria de aquel suceso.





De camino a Luco de Jiloca.

De acuerdo con el itinerario militar de Antonino, Luco de Jiloca, fue ruta romana. El puente sobre el río Pancrudo marca precisamente la ruta de Córdoba a Cesaraugusta (Zaragoza). La longitud del esbelto puente de treinta y cinco metros, con tres arcos, de los cuales el central tiene 11 metros de luz y los pilones que lo sustentan dos aberturas laterales, a modo de ventanas que aliviasen la presión de las aguas sobre la obra de sillería en las avenidas de estos arroyos con aspiraciones de torrentes. Hoy en día se encuentra ligeramente hundido en los limos y arrastres del río, y pudo contener una inscripción, perdida que nos hubiera aclarado los misterios de su historia.

Hubo frondosos bosques entorno al lugar y a ellos debe Luco su bautismo romano. Quedan árboles gigantescos dentro del pueblo mismo, en el camino de la estación de ferrocarril y en el río. Junto a la iglesia, quedan ya los restos de lo que fueron árboles monumentales. Las casas de Luco de Jiloca crecieron al respaldo del monte, en el carasol de la tierra; al frente, se extiende una llanura verde, regada por las aguas del Jiloca, el río turolense que se empeñó en llevar la contraria a los demás ríos de la provincia y eligió distinta vertiente. No existe otro río en toda la región que dirija sus aguas en el mismo sentido del Jiloca, hasta desembocar en el Jalón, cerca de Calatayud.

El estilo arquitectónico de Luco de Jiloca.

En el interior del pueblo aparecen edificios de estilo aragonés, con sus correspondientes escudos esculpidos en piedra, pero permanecen con sus portalones cerrados. Nadie vive en ellos. Duermen el sueño del olvido a la sombra de sus extraordinarios aleros de madera labrada.

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Preside la abandonada y ruinosa ermita de Santa Bárbara, de la que sólo podemos conformarnos viéndola desde su fachada, que se sostiene milagrosamente por unos contrafuertes exteriores. Desde este punto aparecen unas buenas vistas frente al vallecillo cruzado por el Jiloca.

Al otro lado de la carretera se prolonga el casco urbano en su versión más moderna, si bien se encuentra en este lugar la iglesia parroquial que tiene interés debido a su nave central y por sus cúpulas gemelas laterales. Su torre con tres cuerpos rima perfectamente con el resto del edificio. Está dedicado a la Virgen de la Asunción, de estilo barroco y data del s. XVII. En el entorno se ha acondicionado un jardín, antiguo cementerio donde se enterraron los vecinos muertos en el accidente ferroviario de Estrambasaguas en 1.904. Una placa sobre el muro de la iglesia mantiene aún aquella memoria.






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* Desde Calamocha por el Poyo del Cid, a Tornos (Gallocanta)

Lugares de interés en Calamocha:

* Los lavaderos de lana del Jiloca.
* Ermita de San Roque.
* Ermita de Santa Bárbara.
* Ermita del Santo Cristo.
* Casa Marina y Casa Valero.

>> Autor: Redac.Ibérica2000 (17/04/2009)
>> Fuente: Recopilaciones para Ibérica 2000.


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