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EL CATACLISMO SILENTE
Temperaturas caniculares sostenidas en primavera: ¿cuáles serán las de agosto?

¿Qué se creía? ¿qué creía el individuo occidental?

¿que la biosfera es infinita, que era ilimitada su capacidad para absorber la infinita polución? ¿qué la atmósfera, sus avatares, sus meteoros, sus pulsiones que dan hálito a la Tierra discurriría como siempre desde que se tiene noticia y consciencia de la vida del ser humano en sociedad?

Ahí, en este modo estrábico de verse el ser humano en el mundo, en su circunstancia, en el globo, formando parte de un todo literalmente panteísta radicó siempre nuestra absoluta desconfianza en él, en las Universidades, americanas o no, en la Ciencia cómplice que ha callado para no malograr ingentes beneficios grupusculares o para no alarmar cuando se lo pedían, imponían o exigían los poderes públicos, nacionales e internacionales.

Lejos de haber supuesto la informática, por ejemplo, un medio de evitar el acelerado consumo de celulosa y por consiguiente un freno a la tala salvaje de las selvas, es notorio que el consumo se ha disparado y que cada vez se tira más de papel fino y de cartón. El tráfico de madera cuenta con la complicidad de los locos cada día más numerosos que lo auspician; tanto desde la clandestinidad como desde la oficialidad. El dióxido de carbono crece. La capa polutiva enrarece la fotosíntesis y pronto la respiración de todo organismo vivo se hará imposible...

¿Qué es catastrofismo puro? Pues al alcance de cualquiera está la confianza. Ejercítela. No hay interés alguno en arrastrar a nadie. Quienes debieron despertar a su debido tiempo no despertaron; ni posiblemente despierten ya. Es el destino de la humanidad lo que está en juego. Pero la hipnosis que sobre ellos ejercen los artificios que salen sin pausa de las fábricas venenosas, impide a los responsables de la Tierra hacer nada mientras ésta se agrieta y desmorona. El compromiso entre todos bloquea cualquier iniciativa drástica y repentina para salvar al planeta y salvarnos todos. Pero sólo les preocupa agotar aceleradamente sus recursos mientras extienden estúpidas obsesiones, como el terrorismo internacional, en forma de cósmica cortina de humo...

Los mares se agotan, las selvas desaparecen, las siembras, la recolección, la fructificación son fases de la vida orgánica de la que dependen los seis mil millones de individuos en la Tierra. Cada día que pasa siembras, recolección, pastos... irán siendo materia del recuerdo.

Aquí tenemos la cosecha de muchos años -los de la hiperindustrialización- de necedad, de locura, de avidez inagotables. El frenesí por la ganancia patologiza a la inmensa mayoría de los individuos occidentales, inficiona a los orientales y desborda cuanta sensatez hubiera sido menester para no hundirnos todos en el mismo barco...

Créaseme. No sé, no sabemos, nadie sabe qué sucederá. Se adivina la catástrofe. El cataclismo silencioso de una sequía mundial combinada con lluvias torrenciales que impedirán las siembras es lo que se barrunta sin forzar las cosas hasta la deseperación o la confianza. Nadie quiere verlo. Nadie quiere hablar de ello. Ningún gobierno está dispuesto a alarmar. Y hará bien. Pero pronto, muy pronto, la vida sobre la Tierra va a ser un sálvese quién pueda. No en vano muchos sociobiólogos vienen desde hace tiempo pronosticando que el suicidio colectivo será el último avatar de la humanidad...

Esto, más que una profecía es un tristísimo quejido, un profundo lamento por tanta estulticia acumulada en hombres y mujeres que pasaron y pasan por inteligentes, y que al menos espero que sea el cielo quien lo escuche. Es un perdónales Señor, porque no saben lo que hacen...

>> Autor: Jaime Richart (06/06/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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