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INTELECTUALES Y VISIONARIOS
El intelectual piensa siempre de manera "diferente".

En el salón de la vida la inmensa mayoría, por razones de economía biológica y de otra clase, se limita a mirar a las zonas iluminadas. Y así sólo ve lo que se encuentra en ellas.¡Para qué más...!

Zonas, además, que de propósito han sido iluminadas por otros con luces de colores para que prestemos atención sólo a lo que hay en lo proyectado y no en las sombras. Porque no nos engañemos, mientras tanto, en la penumbra, están ocurriendo hechos en buena parte sustraídos deliberadamente a la luz por los mismos que han iluminado otros. Siendo así que los de la Política son los que están más a la vista, me refiero principal y naturalmente a los eventos intersociales, pero no tengo inconveniente en incluir también a los de la Ciencia, el Derecho, la Justicia, la Medicina y en general los de la Naturaleza.

Pues bien, lo que hace el intelectual puro es escudriñar y ver esforzadamente también las zonas en sombra y aun en la oscuridad. Y, en todo caso, pensar siempre de manera “diferente”...

El intelectual no es el único que “ve” o atraviesa la opacidad. El alucinado o iluminado ve, asimismo, lo que no ve la mayoría. Pero el iluminado propiamente no ve: creer ver. A lo sumo atisba, y, cegado por la excesiva luminosidad, distorsiona la “realidad”. Ahora bien, es preciso reconocer que la frontera entre alucinado e intelectual es a veces tan tenue, que a menudo sólo uno y otro se distinguen por el orden y la estética conseguida en la exposición pública de sus visiones o percepciones.

Otra cosa es la inteligibilidad de lo visto. Porque la cosa se complica a la hora de elucidar acierto e inteligibilidad en el "descubrimiento" y la explicación consiguiente sobre lo visto en lo que se esconde envuelto en sombras.

Pero es que a la particular manera de visionar el intelectual la realidad se añade, que nuestro existir se desenvuelve en cuatro planos o esferas correspondientes a los estados de la materia: la vida propiamente dicha se corresponde con el estado sólido, la ensoñación y el sueño, con el estado gaseoso, y en los tiempos más recientes, el empíreo de Internet con el estado líquido. Por otra parte, en la vida, “sólida”, no interviene la voluntad si prescindimos de nuestra decición para acabarla; en la ensoñación, gaseosa, la voluntad interviene sólo en una cierta dosis convertida en un dejarse llevar; en el sueño, asimismo gaseoso, la voluntad no interviene en absoluto; y en el caso de la galaxia Internet, sólo la voluntad es lo que cuenta...

De modo que la intensidad en la disposición a examinar lo que ordinariamente llamamos "realidad" a través de esos tres estados de la “materia” o del “material”, y el grado de participación de la voluntad en los análisis, es lo que define postreramente el papel del intelectual y su grado de acierto en cada proposición. Su voluntad de no estar predeterminado cultural, política, profesional y educacionalmente en la percepción o visión de la “realidad”, determinará hasta qué punto el intelectual estará en el camino de dar con la "verdad" más completa. Pues es otra de sus características abarcar o aspirar a abarcar el "todo"; es decir todos los planos de la realidad examinada desde todas las perspectivas posibles a un tiempo. Y, sobre todo, procurando que los flujos humorales no intervengan en sus conclusiones decisivamente, al menos por encima del raciocinio que a su vez tratará de que sea el más universal e intemporal posible.

Un ejemplo de síntesis intelectual, de quintaesencia de lo intelectual, es la viñeta de hoy de El Roto en El País:

“Los resultados dependen de los datos, los datos dependen de la metodología, la metodología depende de la Dirección, y la dirección depende de los resultados”.

>> Autor: Jaime Richart (09/05/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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