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SOBRE EL MATRIMONIO ENTRE HOMOSEXUALES
El debate sobre el matrimonio homosexual está agotado.

-Con independencia de que en el seno de la iglesia católica hay posturas encontradas sobre éste y otros muchos temas, parece ser hubo tiempos en que incluso la iglesia vaticana celebró matrimonios entre homosexuales, como también fue una opción el matrimonio del sacerdote.

Así es que éstas dos circunstancias por sí solas pueden erigirse en el principal argumento frente a sus coacciones. Pero es que la sociedad civil tampoco puede estar a expensas de las veleidades, de las costumbres religiosas y de los concilios de las iglesias, sin resentirse los ciudadanos de su libertad y desenvolvimiento. Libertad y desenvolvimiento que no deben nacer de una religión concreta, sino de una progresiva madurez mental.

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Con todo ello, lo que resulta es que estos debates mediáticos con que nos obsequian la prensa y las televisiones cada dos por tres, como éste sobre el proyecto de ley del matrimonio entre homosexuales, son artificiales, están sobredimenionados y son impertinentes. Todo en un bloc. Y es que en buena medida los propios medios provocan los enfrentamientos. Les viene de maravilla potenciar los asuntos en que ven “carnaza” para sus crecientes vacíos y necesidades de programación. Programación a su vez sufragada por la publicidad que, a su vez, sostiene a los medios y se diría que al “aparato” entero...

Esta sociedad es un verdadero lío. No se sabe quién tiene más culpa de lo que sucede o no sucede. Pues la publicidad y los medios siempre están al fondo de todas las cuestiones; convirtiéndose la publicidad —que en principio fue sólo un estímulo visual—, en un atosigamiento y una plaga, y los “medios” —que en sus orígenes fueron un puente de comunicación entre el establishment y el pueblo—, en un fin y en instrumento del poder, financiero sobre todo, y de provocación cuando a éste y a los medios les conviene. Por eso digo que mucho de lo que se discute es tan artificial como absurdo. El debate no está en la calle, como los medios nos dicen. Son los medios los que llevan a los platós y a las primeras planas de los periódicos debates a menudo abruptos, innecesarios y hasta peligrosos.

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Dicho esto, la religión católica no tiene más derecho que otras religiones de la sociedad a sermonear si no a sus seguidores, homosexuales o no. Por muy mayoritaria que sea, es de una arrogancia y de una mezquindad insufribles menospreciar a los confesos de las demás religiones y a los que no profesan ninguna empeñándose en alzar por encima del resto su ya estridente y abominable voz.

Está sucediendo en este asunto del matrimonio homosexual lo mismo que ocurrió con la ley de divorcio y con la del aborto. A la vera de los “epicopalistas”, a los eternos disconformes y reaccionarios en materia de costumbres que nos atronan en los cortos periodos históricos en que gobierna la izquierda, no les entra en la cabeza una idea tan simple. Y esa cerrazón (aparente) hace que su testarudez les sitúe entre el mentecato y el agitador social. No digieren, como los diabéticos que se mueren por malnutrición, que regular no es obligar; que las leyes permisivas son las que menos se prestan a la contestación; que a nadie se le obliga a divorciarse, ni a abortar, ni a casarse, sea heterosexual sea homosexual. Que la regulación por el Parlamento del matrimonio entre homosexuales no genera más obligaciones que la de respetar “todos”, los términos de la regulación permisiva. Lo demás es cuestión simplemente de conciencia personal, y de acuerdo con ello las religiones y los ciudadanos deben expresarse y comportarse.

El matrimonio es una opción, como opción es el divorcio y el aborto. Y lo que es optativo no obliga. Y el homosexual católico dispone de dos opciones: atenerse a las prédicas de su Conferencia Episcopal o escuchar a su propia conciencia. El homosexual musulmán tendrá las suyas en los términos que sea. Como el homosexual agnóstico o ateo quizá tampoco vea en el matrimonio la solución de su vida... Esto es tan sencillo de comprender, que la resistencia de los católicos y de los políticos que se escudan en una religión que en muchos casos ni practican, es otro más de los baldones para los dogmáticos y para tantos que en este país sólo viven atentos a observar qué hacen los demás para ponerles su bota en lugar de guiarse, como nos guíamos todos los demás, por el lema universal más valioso: “vive y deja vivir”.

El Estado regula cuestiones que "pueden" afectar a la moral o no. Lo moral e inmoral, en potencia puede afectar a materias diversas y no sólo a las señaladas por la religión católica. Una religión podrá ver un ílicito en la prostitución, otra en servir en las Fuerzas Armadas, y otra pagar impuestos. Pero en una democracia es innegociable la obligación de todas las religiones que concurren en ella y de todos los ciudadanos sin excepción, de respetar las leyes del Estado y de no inmiscuirse públicamente y desestabilizadoramente en la decisión de un Parlamento aconfesional cuando regula la prostitución, la composición de las Fuerzas Armadas o los impuestos. Y ello, pese a que para una religión sea un crimen la prostitución y el aborto, para otra servir en las Fuerzas Armadas y para otra pagar impuestos al Estado.

Lo más repulsivo de esos mismos que reniegan de esta ley por razones morales, es que no salieran a las calles ni atronaran desde los púlpitos a los soldados incitando a su objeción de conciencia, cuando éstos fueron a intervenir en una guerra tan injusta y tan ostensiblemente inmoral como la de Irak. El hecho de que no fuese un Parlamento quien tomase semejante decisión, sino el Poder Ejecutivo, hizo todavía más abyecta la actitud de la iglesia católica y de los que se alían permanentemente a los sectores mostrencos de ella...

En fin, la ética civil, en un Estado no religioso, precede a la religiosa. Y el artículo primero de la ética civil dispone que el ciudadano está obligado al cumplimiento inexcusable de las leyes. Incluso aunque las desconozca. Y ahí se acaba la cuestión. Lo demás, como decía antes, sólo pertenece a la conciencia de cada cual; ésa que dicen tan a menudo tener tranquila, las mentes y mentalidades precisamente más aberrantes...

¡Ya está bien de monsergas anacrónicas, medievales, convertidas en auténticas ingerencias sobre el ser humano libre, que bastante tiene con soportar todas esas leyes del Estado que le oprimen, le limitan y le hacen darse cuenta de que en pocas cosas tiene verdadera libertad, por más que de la libertad haya hecho el sistema su bandera principal!

>> Autor: Jaime Richart (03/05/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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