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¿SIGUEN CAUSANDO EFECTO LOS PIRINEOS?
Se necesitan opiniones frescas...

Salvo en los asuntos abordados por la Conferencia Episcopal y similares, respondidos con toda libertad;

salvo las reyertas verbales televisivas y las querellas entre particulares en las que se concentra la misma densidad de ruido y de agresividad ciudadanos que contiene una estrella enana blanca, en lo demás, lo más recomendable en nuestra democracia es no apartarse ni un pelo de las corrientes generales de opinión. ("Es peligroso asomarse al exterior", rezaba un rótulo de los antiguos trenes)

Corrientes de opinión... que sabemos bien están puestas en marcha —como no podía ser de otro modo—, primero por las fábricas mediáticas y luego por las fábricas ideológicas de los partidos principales. Y ambas a su vez, uncidas a sus tácticas y a la sofocante tiranía del dinero. Todo producto, toda propuesta alternativa, toda variante, todo razonamiento que no sean homologados por esos dos monopolios de la opinión y de la expresión, está condenado al fracaso o a la persecución enconada. Esto vale para la política, para los asuntos sociales, para la eutanasia, para el sexo, para los sexos, para los concubinatos, para la isla Perejil, para la Constitución europea y para el modo de percibir la extinta vida de Carmen Ordoñez...

Pero tampoco parece que se libren mucho más de ese duende los medios contramedios. Siempre se adivina el ectoplasma de esos que se dedican a arrimar el ascua a su sardina ideológica, sea donde fuere y en función de un espíritu difuso a menudo de difícil comprensión. A veces da la impresión de que a los contramedios, les están vigilando. En todo caso y a pesar de los “Quiénes somos”, separar la opinión estrictamente personal de la corporativa al leer un artículo principalmente sobre asuntos como éste de la Constitución europea colgado en ellos, a mí al menos a menudo no me resulta tan fácil.

En resumen, en vista del revuelo y el general rechazo a una opción de "razonable" exposición sobre el asunto, no tengo más remedio que agradecer vivamente a los colectivos editoriales que hayan respetado la publicación de mis artículos sobre la Constitución europea, tan alejados de una resistencia a ella asimismo generalizada. Yo, ni milito en partido alguno, ni he militado nunca, ni escribo al dictado, ni hago campañas. Y en mi vida profesional, rara vez mis alegatos han sobrepasado el espacio de dos folios incluidas las expresiones formularias. Lo digo por ahí: la razón no es prolija. El cúmulo de argumentos en ciertas cuestiones pueden abrumar al adversario, pero lo más probable es que desvirtúen la razón nuclear. Que en este caso es mi ilusión por una Europa Unida en lo político, a la espera, naturalmente, de los progresivos cambios. Yo, conocedor de las argucias legalistas, podría haber llenado cuatro folios apoyando el “sí”. Sin embargo, después de meditada una cuestión de interés general, me he limitado a exponer un punto de vista bastante escueto, como entiendo corresponde a todo impulso político creativo y de alcance. Bastante tenemos con tantos expertos en destrucción como se mueven por ahí...

Eppur si muove! Sólo dos apuntes más. Uno, la Europa del capital ya está abrochada hace muchos años. Y nunca se transformará en otra cosa. Ni con Constitución política continental ni sin ella. Otro: ¿depende lo razonable del número? Porque hay que recordar que, en todo, siempre hay cien razones para un no y al menos una para un sí...

De todos modos, no son las respuestas y comentarios en sí, aquí, en estos foros, que agradezco mucho, lo que me inquieta. Faltaría más. Es la carga (tan potente que parece nos estamos jugando la vida cuando la Constitución española nos viene sodomizando un cuarto de siglo y nadie rechista tumultuariamente) que arrastra la oposición al Tratado y el basarla en una furibunda contestación a la letra pequeña del mismo lo que me consterna. Me evoca automáticamente, además, la mezquindad de los políticos centralistas frente a las aspiraciones legítimas de los federalistas y de los independentistas pacíficos de este país. En el fondo el mimbre no lo veo muy diferente.

Hay un punto de inflexión en todas las sociedades, donde confluye un talante común que hace que la política y el modo de tratarla palidezca ante la idiosincrasia de la sociedad respectiva. Y aquí, por el estilo y la contundencia de los posicionamientos, me temo que, llegado a ese punto y en ciertos temas, a la hora de estar en manos de la voluntad popular poca diferencia hay entre estar con los de un signo o con los del otro. Siempre la estarán trajinando unos pocos inteligentes pero muy listos. Si así no fuese, reluciría constantemente mucha mayor flexibilidad en todo. Porque si hemos de hablar de la firmeza, ya conocemos a sus campeones que nos la explican muchas veces: jamás dialogar, jamás ceder. Es la misma línea del lema favorito de la Banca del capital: NO.

En todo caso la contumacia por ambas artes es inevitable. Y es porque el NO presta atención sólo al texto en detrimento de la idea, y el SÍ sólo a la idea en detrimento del texto.

>> Autor: Jaime Richart (18/01/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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