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DIVERGENCIAS ENTRE ESTADOS UNIDOS Y EUROPA, SOBRE EL FUTURO DE ORIENTE MEDIO.
Irak: propuestas, caos e incertidumbre.

Se trata de una "Declaración sobre el Futuro Común de Oriente Medio", que debería plasmarse antes de la próxima cumbre ministerial de la OTAN, que tendrá lugar en el mes de junio en Estambul. Aparentemente, dicha iniciativa debe convertirse en el marco de una política coherente, destinada a facilitar la modernización y democratización de la zona, condiciones sine que non para la estabilidad en el Mediterráneo.

El ministro alemán de asuntos exteriores, Joschka Fischer, aprovechó el 40º período de sesiones de la Conferencia sobre Políticas de Seguridad, celebrada recientemente en Munich, para proponer la elaboración de un ambicioso proyecto de estabilidad regional, llamado a involucrar a la totalidad de los Estados miembros de la Alianza Atlántica.

Se trata de una "Declaración sobre el Futuro Común de Oriente Medio", que debería plasmarse antes de la próxima cumbre ministerial de la OTAN, que tendrá lugar en el mes de junio en Estambul.

Aparentemente, dicha iniciativa debe convertirse en el marco de una política coherente, destinada a facilitar la modernización y democratización de la zona, condiciones sine que non para la estabilidad en el Mediterráneo.

La propuesta alemana pretende dinamizar el hasta ahora excesivamente lento Proceso de cooperación euromediterránea iniciado en Barcelona y reactivar el diálogo OTAN-Oriente Medio, seriamente afectado por la desconfianza y el malestar derivados de los trágicos acontecimientos del 11-S.

Es obvio que para modificar ese estado de cosas, es preciso contrarrestar el impacto psicológico de los reiterados llamamientos a la "yihad" (guerra santa) lanzados por los grupúsculos radicales islámicos, cuyo principal objetivo consiste en desestabilizar al conjunto de los países musulmanes y crear un ambiente propicio al choque de civilizaciones pregonado por Samuel Huntington. Para combatir los designios de los integristas, hace falta crear una atmósfera de diálogo entre el Norte industrializado y el Sur, entre Occidente e Islam.

Los prerrequisitos que baraja Fischer contemplan la modificación paulatina de las estructuras socio-políticas de los países de la cuenca Sur del Mediterráneo, una mayor participación de la sociedad civil en la toma de decisiones, la introducción de inevitables reformas económicas y, por último, aunque no menos importante, el respeto de los derechos humanos.

El elenco de medidas es mucho más amplio. La iniciativa alemana alude a medidas muy concretas, como por ejemplo la lucha contra la corrupción, la mejora de los sistemas educativos, o la emancipación de la mujer.

Todo un programa, teniendo en cuenta la difícil situación de los países de la zona, los múltiples obstáculos con que tropiezan los proyectos de modernización ideados y deseados por las elites intelectuales, los cambios ansiados por millones de jóvenes.

Un auténtico desafío, si se piensa que la diplomacia germana, muy activa en el proceso euromediterráneo desde hace más de un lustro, no descarta la posibilidad de asociar a esta tarea a países transmediterráneos, como la República Islámica de Irán, país que ejerce una gran influencia en la política de Oriente Medio.

Pero qué duda cabe de que la materialización de la propuesta de Joschka Fischer está supeditada a la solución -rápida y eficaz- del dilema iraquí. Un dilema que, dicho sea de paso, se ha convertido en la mayor pesadilla electoral de George W. Bush.

En efecto, la guerra de Irak y la ocupación del país, principales razones del distanciamiento entre Estados Unidos y Europa, obliga al actual inquilino de la Casa Blanca a buscar (y a hallar) salidas airosas e imaginativas. Ante las reiteradas exigencias y/o advertencias del administrador estadounidense en Bagdad, Paul Bremer, la Casa Blanca no descarta la posibilidad de retirar, en un plazo relativamente breve, gran parte de las tropas norteamericanas acantonadas en el inhóspito país asiático.

Más aún, Washington trata por todos los medios de involucrar a las otrora ninguneadas Naciones Unidas en el proceso de "pacificación".

El tiempo apremia: la retirada del contingente estadounidense de Irak, reclamada no sólo por la mayoría de los líderes religiosos de la comunidad chiíta, sino también por un segmento de la opinión pública norteamericana, podría convertirse en una baza para Bush durante las elecciones presidenciales.

Sin embargo, para lograr esta meta, la Administración tiene que volcarse en la puesta en marcha del proceso electoral iraquí. Mas resulta sumamente difícil organizar y supervisar unas elecciones libres y democráticas en un país que, hoy por hoy, carece de servicios básicos: agua, electricidad, combustibles, aunque también, y ante todo, de estructuras estatales.

En efecto, desde la derrota de las huestes de Saddam Hussein, los aliados se han limitado a resucitar el sobredimensionado Ministerio de Petróleo, a crear un (hasta ahora ineficaz) cuerpo de policía, un ejército imaginario y, como auténtico colofón, una especie de policía político-antiterrorista, mezcolanza de CIA y FBI, diseñada para perseguir a elementos "subversivos" allegados al antiguo régimen.

Pero, ¿se puede hablar de elecciones libres y democráticas en un país carente de estructuras nacionales? Incumbe a la misión de expertos de las Naciones Unidas, enviada a Bagdad por Kofi Annan, contestar a esta pregunta, formulada por varios analistas y politólogos europeos.

En realidad, pese a los recientes y sinceros intentos de acercamiento de París y Berlín, las diferencias entre Washington y la llamada "vieja Europa" no parecen haber desaparecido.

Conviene recordar que, durante el conflicto de Irak, se enfrentaron dos posturas irreconciliables: la del "campo de la paz", término empleado por los sociólogos franceses para definir el eje París-Berlín-Moscú, y la coalición americano-británica.

Los europeos eran partidarios de una solución basada en la aplicación del derecho internacional, el reconocimiento del carácter regional del conflicto y sus repercusiones para los Estados de las dos cuencas del Mare Nostrum, la no americanización o privatización del proceso de reconstrucción del país, reclamando la participación activa de las Naciones Unidas en la fase posbélica.

Por su parte, el tándem Bush-Blair abogaba en pro del uso de la fuerza como medio de cambio social, reservando a la comunidad internacional el papel de ¡simple donante! en la reconstrucción de Irak y/o la división territorial esbozada siguiendo los planes (y los intereses) de la potencia dominante. Conscientes del peligro que supone el concepto de guerra preventiva, los franceses y los alemanes formularon la molesta pregunta: "¿Sólo nos incumbe financiar el caos?"

Extrañamente, la respuesta llegó durante la cumbre de Munich. Comentando la intervención de Joschka Fischer, el senador estadounidense John McCain, señaló que un gran proyecto occidental para la democratización de Oriente Medio requiere mucho más que el "poder blando" de la ayuda económica y los intercambios comerciales; también es preciso contar con el "poder duro".

En resumidas cuentas, conviene preguntarse si el gigante trasatlántico es consciente de la complejidad y fragilidad de las relaciones euromediterráneas o, si pura y simplemente, prefiere hacer caso omiso de los intereses específicos de sus "aliados" europeos. En este caso concreto, aflora el interrogante: ¿Qui prodest? ¿A quién le beneficia el caos?

Adrián Mac Liman.
Escritor y periodista
Miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de la Sorbona (París).
Agencia de Información Solidaria.
* Infosolidaria.org
maclah@terra.es

>> Autor: silvia3942 (13/02/2004)
>> Fuente: infosolidaria@telefonica.net


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