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DESDE CALAMOCHA POR EL POYO DEL CID, A TORNOS (GALLOCANTA)
Rutas en bici, por el Valle del Jiloca… (Teruel)

Estos campos están trazados de caminos, de veredas, de cañadas para el ganado, de calzadas asfaltadas y sin asfaltar que cruzan, que entrecruzan el Valle del Jiloca, comunicando cada rincón para facilitar el labrado de campos, enlazando las antiguas relaciones entre estos pueblos, que nunca necesitaron grandes autovías ni vías de alta velocidad para vivir y sobrevivir. Vamos tras la verdadera e histórica vida, de Rodrigo Díaz de Vivar.

(imagen omitida)


(Imágenes de Ibérica 2000 - Marzo 2009)
Imagen del Municipio del Poyo del Cid en primer término, y al fondo, Calamocha. Vale la pena subir hasta el alto. Unas estupendas panorámicas recorrerán nuestras pupilas para contemplar las dimensiones de todo este valle. Sus colores, sus curvas, sus rectas, sus cielos, sus arboledas agrupadas junto al río y sus árboles monumentales, algunos independientes, aislados, como enfadados por el crudo invierno que aquí se sufre y del que no pueden escapar.


Son amplios senderos para transitar cómodamente en bicicleta o a pie, pero es que a pie las distancias se hacen demasiado largas, las rectas que se pierden, se hacen eternas a la vista, y hay que pillar buen día, que no haga Sol fogoso ni lluvias repentinas con frío, para poder disfrutar de este paisaje y de sus panoramas.

Son bellos lugares para perderse entre parameras, entre campos labrados de cereal, a finales de marzo y abril toman tonalidades que van aumentando sus coloridos, conforme entra la primavera tardía, sin tener prisa para nada de que lleguen los calores del seco y del duro verano. Son los vuelos de las Calandrias, de las Totovías, de las Alondras, las que adornan de sonidos cada pedaleo. Suben en círculo para adorar al viento. Es el territorio europeo de la Alondra de Dupont, que aquí tiene un espacio singular, acogedor, en plena comunión con los dioses de la Naturaleza, para danzar, revolotear, aparearse y nidificar. Son lugares para reposar al calorcillo del sol o bajo un árbol si son horas demasiado calurosas; con unos prismáticos podemos ser testigos de lo que aquí acontece y que pocos pueden saborear. Cada movimiento, cada correría, cada orgía de vida, es una sensación para los curiosos que queremos ver a la ecología, en plena acción.

Nosotros pedalearemos tras la verdadera e histórica vida de Rodrigo Díaz de Vivar. ¡Te sorprenderá lo que no nos contaron!


Los caminos por El Poyo del Cid se han curtido sobre tierras que han forjado grandes batallas, donde se han levantado altos castillos y fortines para controlar y administrar a los que llegaban, donde se encuentran ermitas, peirones y tocones que fueron señales de antiguas calzadas romanas, de fronteras entre señoríos, de deslindes entre sembrados. Altos y viejos árboles permanecen vigilantes, guardianes de este entorno, de sus vientos, del correr de las aguas del Jiloca; árboles que son la prueba viviente de lo que aquí se peleo tanto en veranos como en los crudos inviernos. Normalmente las temperaturas más bajas de Aragón, se dan casi siempre en estas tierras Calamochinas.

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Es la entrada del Poyo, un peirón anuncia el espacio. Lo que parecen torres a las faldas del cerro no son torres, son antiguos palomares.


A la salida de Calamocha.

Desde la carretera principal que cruza Calamocha, si entramos viniendo de Teruel o descendemos de la estación de tren, tenemos la señalización de desvío a la Laguna de Gallocanta. Aquí dejaremos la antigua carretera nacional a Zaragoza que pasaba por el interior de la población y nos desviaremos a la izquierda. Al final de la bajada y en la misma curva que obliga la calle, nos internaremos a la izquierda por un camino estrecho pero asfaltado de entrada un poco escondida. Dejamos el municipio para zigzaguear entre campos, a orillas del río Jiloca que anda acompañado de choperas. Tres Km. de asfalto llano hasta llegar a la entrada de la población del Poyo. Una cascada acondicionada, vierte sobre la carretera desde un antiguo abrevadero para animales de 1660. Un peirón anuncia el espacio. Desde aquí podemos tomarnos un respiro para saborear el paisaje que rodea a esta sencilla población.


* Para los que valoráis los sabores de los productos de cada tierra que recorréis, el Grupo de Alimentación Aragónia en la misma ciudad de Calamocha -ofrece el detalle a los que los visitéis-, el degustar gratuitamente el jamón y el embutido que elaboran.
¿Dónde se encuentran?... (Pincha en este enlace que te recomendamos...)


La estatua del Cid Campeador esta un poco mas adelante, entre la orilla del Jiloca y la vieja vía abandonada que comunicaba con Calatayud. Abandonada desde 1.985. Los paneles descriptivos que en este punto aparecen, nos sumergirán en una historia dentro de la historia de aquellos tiempos medievales, de poblados, de aldeas recogidas para la posteridad en “El Cantar de los Cantares”, del Mío Cid.

Un poco de historia como entrante.
Conocer los detalles del pasado de estos lugares, nos acercará a comprender mejor sus costumbres y su presente, en unos pueblos a los que hay que apearse en nuestro a veces demasiado rápido pasar.

Debido a los continuos enfrentamientos bélicos, los habitantes del valle del Ebro, buscaban su seguridad trasladando sus asentamientos a los altos cerros. El mas importante que preside este entorno entre Calamocha, El Poyo del Cid y Fuentes Claras-Caminreal, es el llamado yacimiento del cerro de San Esteban, que es una buena muestra de estos cambios, que alejan a las poblaciones del cauce de los ríos. Para solucionar la falta de agua, la ciudad instalada en el alto, se dotaba de una red de cisternas para su recogida.

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A la salida del Poyo lo hacemos por una pista sin asfaltar que nos conduce a una vereda rodeando las faldas del monte; entre chopos cabeceros nos encontramos con otro peirón.
(Ver más adelante, la descripción al detalle de la ruta...)


En las cercanías del yacimiento, se localizaban unas minas que bien hubieran podido haber sido explotadas en el momento del asentamiento. Se han realizado varias catas arqueológicas que mostraron la importancia del sitio. La muralla, (con un grosor medio de 4 metros) tiene una longitud de 1.456 metros, y presenta varios torreones de planta cuadrada. Las catas localizaron varios aljibes con muros de opus caementicium recubiertos de opus signinum. Además se encontraron gran cantidad de huesos, monedas y hierros que atestiguan la gran actividad comercial humana.

Cerca, junto a la vieja estación de Caminreal, se encuentra el yacimiento romano de La Caridad. Nuestra vista desde este alto del Cerro del Poyo, lo divisa.

El agua ha sido y es el eje vertebral del territorio durante toda la historia; los ríos Jiloca y Huerva. Y la Laguna de Gallocanta lo ha sido también para esta comarca. La romanización del valle del Jiloca trajo consigo una serie de construcciones relacionadas con el aprovechamiento del agua para uso agrícola y doméstico, y otras destinadas a facilitar las comunicaciones entre las ciudades. Estas infraestructuras han seguido estando en uso a lo largo de los siglos y algunas son testigos en nuestros días.

Ermita de la Virgen del Moral.
En la partida de El Molino, en el camino de Fuentes Claras, se halla dicha ermita, patrona de la localidad. Construida también en el siglo XVIII, es de planta única en cruz latina, que tiene anexa la casa del ermitaño recientemente acondicionada. Toma el nombre de un gran moral que hay en las inmediaciones. Es objeto de romería…
La pieza más valiosa es la imagen de la patrona, la Virgen del Moral, gótica del siglo XIV, aunque la cabeza parece de otro periodo, fue traída por los templarios.

Aparecen otros puntos de interés en el entorno cercano:
* La estatua del Cid, que se encuentra a la entrada de la población, junto a su antigua vía de tren abandonada, Valencia-Santander.
* Abrevadero de 1660, junto a la carretera que sale hacia Monreal.

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Las imágenes obtenidas desde el alto del cerro, nos acompañarán durante casi todo el recorrido. Miradas hacia Fuentes Claras, Caminreal, Torrijo del Campo y Monreal. Las sabinas aisladas en el entorno, son más fáciles de localizar desde esta altura.

La Localidad del Poyo recibe este nombre por la existencia del cerro de San Esteban, desde donde se domina todo el valle alto del río Jiloca, y por el asentamiento y la fortificación que en su cima realizo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, a finales del siglo XI. Pero la historia de este lugar es muy anterior a la llegada de estas tierras del famoso héroe castellano. Poblado desde época prehistórica por diferentes culturas, el valle del alto río Jiloca formó parte de la Celtiberia en los siglos anteriores a la conquista romana. Numerosos poblados celtibericos, edificados entorno al cultivo de la tierra y a las explotaciones mineras, jalonan este valle, gran eje de comunicación en el interior de las sierras ibéricas.

La conquista de Roma se produjo a lo largo del siglo II antes de Cristo, tras varias cruentas guerras entre celtiberos y romanos. La ocupación romana supuso un notable cambio en la distribución de los asentamientos. Para controlar el valle, los romanos destruyeron algunos poblados y concentraron la población en una ciudad construida en el alto del cerro de San Esteban. Esta ciudad se llamo Leónica y su existencia esta documentada por las abundantes ruinas arqueológicas existentes, la gran muralla que la rodea y las fuentes documentales, que la citan en los itinerarios de las calzadas romanas. Los romanos construyeron Leónica en forma aterrazada para aprovechar al máximo la inclinación de las laderas. Esta ciudad tuvo una vida efímera, pues comenzó a ser abandonada a mediados del siglo I, durante el reinado del Emperador Claudio. Durante las graves crisis que asolaron el Imperio Romano en los siglos III y IV la ciudad quedo arruinada, y así permaneció durante varios siglos.

Las tierras del Jiloca fueron ocupadas por los musulmanes a principios del siglo VIII. Esta zona quedo englobada en la llamada Marca Superior, con capital en Zaragoza, y dentro del distrito de la recién fundada ciudad de Daroca. A principios del siglo X existía una pequeña población que las fuentes islámicas denominan Mahallat Langa, que no es mas que una arabización del nombre romano de Leónica. Langa era una de las etapas en el camino que desde Córdoba se dirigía a Zaragoza y que transcurría sobre la vía romana Laminium. En el año 935 el Califa de Córdoba Abdarrahman III atravesó estas tierras camino de Zaragoza, pasando por Langa.

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Son miradas hacia Villalba y Torralba de los Sisones, hacia tierras de Guadalajara.
La posición geoestratégica del cerro de San Esteban, hizo de su posesión una pertenencia muy apetecible, por lo que en el siglo XI fue disputado entre los dos reinos taifas fronterizos de Zaragoza y Albarracín.

A fines del siglo XI El Cid se estableció en la cima de San Esteban y allí construyó un castillo desde el que domino el alto Jiloca entre los años 1088 y 1092; cuando marchó a la conquista de Valencia, el castillo quedó definitivamente abandonado.

Las tierras del Jiloca fueron conquistadas por los aragoneses entre 1.120 y 1.222. El 17 de junio de 1.120 Alfonso I El Batallador, derrotó a un ejercito almorávide en Cutanda, a unos 15 Km. al oeste del Poyo. Esa victoria supuso para los aragoneses ganar Calatayud y Daroca y con ellas, todas las localidades del Jiloca. Para asegurar sus conquistas, Alfonso I fortificó Daroca en 1.122, entregó la villa de Singra al Monasterio de San Juan de la Peña y creó una orden militar en Monreal del Campo en 1124.

En 1127 avanzó hasta Cella, la fortificó y desde allí asedió la villa musulmana de Molina de Aragón, que ocupó un año después en 1128. La muerte de Alfonso I en 1134 provocó cierto pánico y el dominio aragonés en el Jiloca se retrasó hasta Daroca.

Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón por su matrimonio con Petronila, hija del rey Ramiro II, retomó la conquista. Tras conceder a Daroca un nuevo fuero en 1142, que mejoraba y ampliaba el otorgado por Alfonso I antes de 1129, y consolidar el avance en el Jiloca, se dedicó a la conquista de las tierras del Bajo Aragón y del Maestrazgo. En 1154 recorría la cuenca del río Martín y en 1157 conquistó Alcañiz (en el Bajo Aragón), y se entregó a un amplio territorio entre el Ebro y la tierra de Montalbán, incluyendo además Calanda, Híjar, Monforte de Moyuela y Huesa del Común, que sesenta años antes habían sido depredadas por El Cid.
Alfonso II, hijo de Petronila y de Ramón Berenguer IV ocupó en 1169 la aldea de Teruel y el noble navarro Pedro Ruiz de Azagra se hizo en 1170 con el señorío de Albarracín. En 1172 Alfonso II decidió convertir a Teruel en plaza fuerte al sur de su reino y en 1177 concedió a Teruel el título de villa y el fuero.

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Entre pedaleo y pedaleo nos encontramos algún bajito peirón extraño que nos hace detenernos para tocar su tosca piedra y disfrutar del aura mágica que le envuelve, extraño, solitario, envejecido por el sol y por el hielo. En marzo-abril todo esta verdoso, vivo, refrescante, humedecido por el viento que aun amenaza lluvias con su cielo aborregado.

Pese a la importancia estratégica del cerro de San Esteban, ningún monarca aragonés optó por fortificar su cima después del Cid, pese a que eran bien visibles las ruinas del castillo del Cid.

La repoblación del alto Jiloca comenzó inmediatamente después de la conquista. Entre 1124 y 1134 algunos pobladores navarros, francos y aragoneses se instalaron en este valle y en las tierras que lo enmarcan, pero la muerte de Alfonso I hizo que la población establecida en el alto Jiloca, entre Daroca y Cella, abandonara sus efímeros asentamientos para recluirse tras los muros de Daroca; se abandonaron Cella, Singra, Monreal y todo el alto Jiloca, y hubo que empezar de nuevo.

Ramón Berenguer IV, concedió a Daroca un fuero en 1142, el primer gran instrumento jurídico para la repoblación del alto Jiloca. El fuero de Daroca provocó la afluencia de gentes en busca de las libertades allí concedidas y la creación de un amplio espacio en el que no había otro dominio señorial que el del rey; con ello este territorio se convirtió en el espacio de libertad más extenso de toda la Europa del siglo XII. La localidad del Poyo del Cid, levantada al pié del cerro de San Esteban, ya existía en 1205.

En 1245 se constituyó la Comunidad de aldeas de Daroca; a ella se incorporó El Poyo del Cid, integrado en la sesma (una división fiscal de la Comunidad) del río Jiloca. A esta Comunidad y a esta sesma perteneció El Poyo durante seis siglos, hasta que en 1833 quedó incorporado a la recién creada provincia de Teruel. En 1837 desapareció la Comunidad de aldeas de Daroca. Desde 1092 las tropas del Cid abandonaron el castillo que habían construido en la cima de San Esteban, la cumbre y las laderas del cerro nunca más volvieron a ser habitadas. Solo una ermita recuerda que hubo un tiempo en que la historia y la vida de esta comarca giraron entorno a este cerro.

En la España del Cid.
Entre tanto, los reinos cristianos atravesaron por diversas alteraciones. Fernando I (+ 1065), que había ganado el reino de León, dividió sus amplios dominios en tres reinos para sus tres hijos, otorgando Castilla para Sancho II, León a Alfonso VII y Galicia a García. Los tres hermanos combatieron entre si por la herencia paterna. Con la ayuda del Cid, Sancho II de Castilla venció en la pelea y reunifico el reino a comienzos de 1072. Pero la muerte de Sancho en el sitio de Zamora ese mismo año convirtió a Alfonso VI en rey de Castilla y León.

En los Estados cristianos orientales, el rey Sancho Ramírez, sucesor de si padre Ramiro I, incorporo en 1076 el reino de Pamplona al de Aragón y doto a Jaca de un fuero y de un titulo de ciudad, consolidando y ampliando la pequeña herencia que había heredado de su padre; su hijo Pedro I conquisto Huesca en 1096 y Barbastro en 1100. Entre tanto, el de Barcelona destaco sobremanera sobre el resto de los condados catalanes, e inicio un proceso de unificación que no acabaría hasta el siglo XIII.

Durante el siglo XI una amplia frontera entre al-Andalus y los estados cristianos se extendía desde el Atlántico hasta el Mediterráneo atravesando toda la Península. A lo largo de esta frontera inestable y cambiante, se establecieron hombres de fortuna que buscaban “ganarse el pan”. Uno de esos caballeros fue Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, prototipo de caballero de frontera.






El siglo XI, el del Cid.
Es uno de los más complejos y convulsos de la historia de España. Es la época en la que se produce un trascendental cambio de coyuntura por el que los musulmanes, hasta ahora dominadores y dominantes en la política peninsular, pasan a ser dominados por los reinos y estados cristianos. Tras varios siglos de estabilidad fronteriza entre ambas culturas, a lo largo del siglo XI comenzarán a producirse los grandes avances de la llamada Reconquista.

La Península Ibérica del siglo XI: La España del Cid.
Es ésta una centuria en la que se producen profundos cambios políticos y culturales. El al-Andalus, el territorio musulmán, se pasará a la unificación en torno al gran califato de Córdoba a la atomización en varios reinos de taifas y a la posterior reunificación del imperio Almorávide, lo que conllevará un proceso de africanización de la cultura andalusí.

En el norte cristiano tendrá lugar una verdadera transformación política, con la aparición y consolidación de los dos grandes estados que acabarán configurando la España moderna, los reinos de Castilla y de Aragón, y una renovación cultural que se caracterizará por la europeización a partir de la introducción de las nuevas modas y corrientes que penetrarán de este a oeste por el Camino de Santiago, como el arte románico.

El siglo XI comienza con la descomposición del califato de Córdoba, el gran estado que había llevado a al-Andalus a unas cotas muy elevadas de desarrollo económico y cultural. En el año 1031 desapareció en califato de Córdoba y al-Andalus quedó fragmentado en varios estados llamados el reino de taifas. Algunas provincias del imperio cordobés ya se habían independizado unos pocos años antes, como Zaragoza en 1018.

La desmembración del califato cordobés coincidió con el auge del reino de Pamplona, cuyo monarca, Sancho III el Mayor, se convirtió en el más influyente soberano de toda la Península. A su muerte en 1034, el rey de Pamplona dividió sus dominios entre sus hijos: Pamplona fue entregada a García. Castilla a Fernando, Aragón a Ramiro y Sobrarbe y Ribagorza a Gonzalo. Poco después Fernando se apoderó del reino de León y Ramiro de los condados de Sobrarbe y Ribagorza.

La Península Ibérica de 1031.
A mediados del siglo XI la Península Ibérica estaba dividida en multitud de estados. El norte cristiano se lo repartían en reino de León y Castilla, el de Pamplona, el de Aragón y varios condados catalanes entre los que se incluía Barcelona. El sur musulmán, al-Andalus, estaba dividido en varios reinos de taifas, entre los que destacaban los más grandes de Toledo, Zaragoza, Badajoz, Sevilla, Valencia y Granada y los más pequeños de Albarracín, Alpuente, Denia y Málaga.

Durante la mayor parte del siglo XI se mantuvo esta relación de fuerzas, mientras los musulmanes se debilitaban pagando las parias, unos impuestos que les exigían los cristianos a cambio de mantener la paz, los estados cristianos se fortalecían y avanzaban lentamente.

En 1086 la situación cambió drásticamente. Los reyes de taifas, aterrorizados por la caída de Toledo en manos de los castellanos en 1085, llamaron en su ayuda a los almorávides, una secta musulmana que desde los oasis saharianos de África noroccidental habían creado un gran imperio esgrimiendo la vuelta de la pureza del Islam originario que anunciaba el profeta Mahoma. Los almorávides desembarcaron en la Península derrotando a los castellanos en Sagradas (cerca de Badajoz) en 1086 y pusieron en jaque la supremacía cristiana. Los castellanos perdieron las tierras que habían ganado con la conquista de Toledo pero conservaron esta ciudad. Pero los almorávides no se limitaron a ayudar a los reyes de taifas; ante la debilidad de estos incorporaron a su imperio a todos y cada uno de estos reinos, unificando de nuevo bajo un único poder todos los territorios de al-Andalus.

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La vieja estación abandonada de Camineal. Muchos años han ocasionado el deterioro casi total de un lugar que fue núcleo importante de actividad ferroviaria hasta 1985 que unía Teruel con Calatayud y con Zaragoza. Más de 400 trabajadores daban vida y vivían de esta estación de mercancías, de azúcar proveniente de la fábrica de remolacha de Santa Eulalia, del Hierro de las Minas de Ojos Negros y de los Altos Hornos de Sagunto que viajaban a Santander por Calatayud.

Lo que tuvo de verdad y de imaginación inventada, este Cid legendario.

La extraordinaria vida de Rodrigo Díaz de Vivar ha cautivado a generaciones. Capaz de vencer a su propio destino, el Cid ha sido considerado como el paradigma de caballero que alcanza a sus propios medios, su valor y su capacidad, el honor, la gloria, la fama y la riqueza. Antes incluso de su muerte ya circulaban romances y canciones sobre su vida y sus hazañas en los que se mezclaban episodios reales con otros imaginados por los juglares.

Tras su muerte en 1099, el mito del Cid fue creciendo durante el siglo XII, incorporando nuevos y emotivos episodios a su leyenda. Los reinos cristianos estaban en el siglo XII en plena expansión territorial, económica y demográfica y necesitan un personaje de leyenda que catalizara toda esa fuerza emergente en una misma dirección.

La necesidad de ese mito propició la creación de hazañas imaginarias en la vida de Rodrigo, y se inventaron numerosas aventuras que se incorporaron a la leyenda del héroe. Muchas de esas invenciones calaron de tal modo entre las gentes que durante siglos fueron consideradas como históricas.
Es falso el combate en el que el Cid mata al padre de Jimena, que algunos poetas cantaron en romances para dar dramatismo a las relaciones entre los dos esposos. También es falsa la llamada “Jura de Santa Gadea”, según la cuál, el Cid habría obligado a jurar a Alfonso VI en la Iglesia de Santa Gadea de Burgos que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano y antecesor Sancho II en el cerco de Zamora. Es asimismo un invento de juglares el matrimonio de las hijas del Cid con los infantes de Carrión y la posterior afrenta de éstos en el robredo de Corpes; esas bodas jamás existieron, pero su intención constituye uno de los episodios más dramáticos del Poema del Cid. Rodrigo Díaz de Vivar tuvo un hijo llamado Diego, que murió en combate contra los almorávides, y dos hijas que se llamaban realmente Cristina y Maria, y no Elvira y Sol como se dice en el Poema y en algunos romances. Las dos hijas del Cid se casaron respectivamente con el infante Ramiro Sánchez, padre del futuro rey García Ramírez IV, quien será desde 1134 soberano de Pamplona, padre de Ramón Berenguer IV y abuelo del rey Alfonso II de Aragón. Se cumple así lo que dice el Poema, que los reyes de España son parientes del Cid.

“A mayor ondra las casa que lo primero fo.
Veed qual ondra creçe al que en buen naçió,
quando señoras son sues fijas de Navarra e de Aragón.
Oy los reyes d’España sos parientes son,
A todos alcaça ondra por el que en buena ora naçió.”

(Poema del Cid , vv.3.721-3.725)


Tampoco es cierto que el Cid ganara una batalla después de muerto; ganó todas las que entabló en vida, pero tras morir en Valencia fue enterrado provisionalmente en su catedral hasta su traslado posterior a Castilla. La victoria después de muerto pretendió ensalzar el carácter casi sobrenatural del héroe.

La vida y la leyenda del Cid constituyeron una fuente inagotable de inspiración poética. El Campeador fue el modelo a seguir: guerrero invicto, perfecto caballero, ideal esposo y padre de familia, vasallo ejemplar…
Muchos soldados y caballeros como Fernando el Católico, Cristóbal Colón, y los conquistadores españoles de América lo consideraron un ejemplo a imitar.

Pero donde mejor se plasmó la leyenda del Cid fue en el Poema o Cantar del Mío Cid, compilado en 1207 por Per Abbat, y que constituye una de las más universales creaciones literarias de la cultura española.

La gente del pueblo ha visto al Cid, época tras época, como un personaje extraordinario. Es el indivíduo que pese a su lealtad y a su fidelidad a su señor el rey, es obligado a marcharse exiliado y a “ganarse el pan” fuera de su tierra, sin otros medios que su astucia, su constancia y su valor. Es un hombre con el cual se comete una gran injusticia pero que es capaz de vencer al destino y lograr las metas que se había propuesto; el Cid ha sido para muchas generaciones el ideal del hombre que logra fama, gloria y fortuna gracias a su esfuerzo personal. La fama del Cid y su ascendiente fueron tales que en el siglo XVI hubo un intento de canonizarlo, que no cuajó.

Historia y leyenda dieron forma a un héroe que ha trascendido a su propio tiempo, convirtiéndose sin duda en la figura más representativa del medievo hispano. Porque el héroe, no es al fin y al cabo sino el personaje que encarna aquellas ambiciones más primarias del ser humano: el deseo de fama, el ansia de riqueza, el afán de poder, la voluntad de trascendencia, por eso ha producido tanta fascinación en tantas generaciones, por eso sigue produciéndola.

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Una centenaria sabina, aislada, que nos llama para conversar un momentito, que merece una parada para oírla correr entre el viento, acompañada de tierra recién labrada que espera un año más dar su fruto. Un saludo, un abrazo y un hasta luego fraterno. Los que pasamos pisando sus raíces, aún no habíamos nacido cuando ella ya estaba formando parte de este paisaje.






Tras la verdadera e histórica vida de Rodrigo Díaz de Vivar.

Nació en Castilla, probablemente en la aldea de Vivar, cerca de Burgos, entre 1043 y 1049. Hijo de un infanzón, pronto escaló puestos en la corte del rey Sancho II de Castilla. Señor de varias aldeas, participó en la guerra entre castellanos y navarros por el dominio de La Rioja, intervino como juez en varios pleitos y ayudó a Sancho II a conquistar el reino de León. Asesinado este rey de Castilla en el cerco de Zamora, Rodrigo se mantuvo en la corte castellana tras el ascenso al trono de Alfonso VI, hermano de Sancho, en 1072. A mediados de 1074 casó con Jimena, dama de sangre real, y durante varios años vivió a la sombra de la corte, aguardando inútilmente a que el monarca lo invistiera con el título condal, al cuán creía tener derecho por tantos servicios prestados a la corona.

Hábil en el manejo de las armas, Rodrigo ganó su apelativo de “Campeador” lidiando y derrotando a un caballero navarro en las disputas que navarros y castellanos mantenían en las tierras de La Rioja, y actuó como delegado de Alfonso VI de Castilla en la recaudación de impuestos sobre el reino de Sevilla.

Convertido en un rico propietario, guardián de la frontera oriental de Castilla, El Campeador repelió una agresión sobre sus tierras que protagonizó una partida de musulmanes en 1081. La respuesta de Rodrigo fue contundente y en represalia asoló varias aldeas musulmanas del valle de Henares. Alfonso VI, que estaba negociando en esos días con el rey musulmán de Toledo, consideró que la respuesta de Rodrigo habia puesto en peligro las negociaciones con el monarca toledano e instigado por algunos nobles, que veían en Rodrigo un rival peligroso, ordenó que El Campeador se exiliara de Castilla.

A principios del mes de julio de 1081 Rodrigo Díaz tuvo que salir de su tierra acompañado por varios caballeros y escuderos fieles. Tras buscar acomodo en Barcelona, optó por entrar al servicio del rey musulmán al-Almuqtádir de Zaragoza, quién lo nombró comandante supremo de su ejército.

Entre 1081 y 1087 Rodrigo combatió contra los cristianos aragoneses y los catalanes al frente del ejército del rey musulmán al-Mutamin hijo del rey al-Almuqtádir, al que se habrían sumado los caballeros castellanos que acompañaron al Campeador en su exilio; Rodrigo derrotó al conde de Barcelona Berenguer II en Almenar en 1082 y al rey aragonés Sancho Ramírez en 1084. A causa de sus victorias sobre los cristianos, los musulmanes zaragozanos lo llamaron el Cid, que en árabe quiere decir “el señor” y también “el león”.

En 1086 los almorávides musulmanes llegados de África, derrotaron a los cristianos en Sagrajas y el Campeador fue llamado por Alfonso VI. Rodrigo regresó a Castilla a principios de 1087, y fue recibido por su rey quien le levantó el castigo del exilio. En 1088 realizó una campaña por Levante, y pasó parte del mes de junio en Calamocha.

A finales de es año, y a causa de un malentendido (El Cid no acudió a una cita con Alfonso VI), el rey de Castilla creyó que había sido traicionado y condenó al Cid a un segundo exilio.

A principios de 1089 el Cid se dirigió hacia las tierras que mejor conocía por su estancia en ellas en el tiempo que estuvo al servicio de los reyes de Zaragoza. Entre 1089 y 1091 recorrió el valle del Jiloca y el Maestrazgo, estableciéndose en Morella, Daroca y el Poyo del Cid, donde levantó una fortificación para controlar la ruta entre Zaragoza y Valencia. En 1090 derrotó a Berenguer II, conde de Barcelona, en el pinar de Tévar y en 1092 estableció una sólida amistad con el rey Pedro I de Aragón, lo que permitió a los aragoneses conquistar Castellón y Oropesa, en la costa mediterránea.

Entre 1089 y 1094 El Cid y sus mesnadas vivieron del pillaje de las aldeas de la actual provincia de Teruel y del reino de Valencia, de las parias que les pagaban los musulmanes de esta zona para que les dejaran tranquilos. Fue entonces cuando planeo la Conquista de Valencia, que logró en 1094.

Convertido en héroe por los cristianos, los musulmanes lo insultaron, aunque admiraron su resolución, y en el fondo subyace la admiración hacia su valor, su determinación y su intrepidez.

El Cid fue Señor de Valencia hasta su muerte el 10 de julio de 1099. Su esposa Doña Jimena mantuvo el señorío hasta 1102. Valencia fue abandonada por los cristianos y el cadáver de Rodrigo Díaz de Vivar fue llevado al monasterio de San Pedro de Cardeña; siglos más tarde sería depositado en la catedral de Burgos.

* Estos textos consultados y su dirección histórica pertenecen a:
José Luis Corral de la Universidad de Zaragoza.

(imagen omitida)


Hay un hecho curioso y sorprendente que pocos conocen. Las sabinas son diocas, esto es, hay ejemplares masculinos y femeninos, lo que significa que las sabinas hembras necesitan polinizarse con el polen de las sabinas macho. Esto sucede al final del invierno, pero para esas fechas no hay insectos polinizadores y por tanto es necesaria una estrategia que asegure la supervivencia de la especie. En las primeras horas de una mañana la sabina empieza a arder -quizás de amor- y entre ardor y pasión parecen contagiarse unas a otras en un movimiento entrópico. Se elevan nubes de polen como si estallasen en una orgia de humo, y este frenesí tan sólo dura unas horas, al mediodía habrá acabado y se produce en señalados días de finales de febrero.
Fragmento extraído de la Revista Sexmas. Revista de la Comarca de Molina de Aragón-Alto Tajo. 2008. La Sabina Blanca, "El ardor de un superviviente". Págs. 40-41.

Seguimos con la ruta, bordeando el cerro de San Esteban, donde podemos distinguir bien visible su ermita en el alto.

A la salida del Poyo por la calle del Arrabal y del Herrero, un poco antes de llegar a la iglesia parroquial a la izquierda, lo hacemos por una pista sin asfaltar que nos conduce a una vereda rodeando las faldas del monte; entre chopos cabeceros nos encontramos con otro peirón.

A los pies del cerro aparecen viejos palomares que pueden confundirse con los restos de ruinas de torreones. No existen ya torres en estos lugares, menos los distintos campanarios de las iglesias, que nos ayudarán a identificar las poblaciones y nos echarán una mano para orientarnos por estos paisajes, que a veces nos parecerán simétricos si no localizamos puntos de referencia.

Siguiendo el camino, serpenteante llegamos a un viejo paso a nivel abandonado a la salida de la población de Fuentes Claras. Aquí tenemos un cruce de caminos junto a los restos aún de las vías oxidadas.

Recto, una pista nos dirige a la vieja estación abandonada de Camineal. Muchos años han ocasionado el deterioro casi total de un lugar que fue núcleo importante de actividad ferroviaria hasta 1985 que unía Teruel con Calatayud y con Zaragoza. Más de 400 trabajadores daban vida y vivían de esta estación de mercancías, de azúcar proveniente de la fábrica de remolacha de Santa Eulalia, del Hierro de las Minas de Ojos Negros y de los Altos Hornos de Sagunto que viajaban a Santander por Calatayud. Almacenes y viviendas, esqueléticas, polvorientas se han quedado, solitarias, abandonadas al olvido de una época esplendorosa que los viejos del lugar comentan con mucha nostalgia cuando te sientas a reposar en las plazoletas de estos pueblos. Incomprensión e impotencia, respiran algunos amantes de este patrimonio hoy declarado por fin como "Bien de Interés Cultural" que tuvo una corta historia y que espera su restauración.

Lugares con desenfrenada actividad económica que han desembocado en un triste final, montón de ruinas silenciosas que nadie atiende, que llenan hoy este horizonte apagado hacia Torrijo del Campo y Monreal. Un centro de interpretación, “el Cicar”, se ha construido en este lugar para informar sobre la vida romana en estas tierras. Al lado en Fuentes Claras, el yacimiento de la Caridad, donde se encontró una de las catapultas más bien conservadas de la historia romana en la Península Ibérica.
* Centro de Interpretación de la Cultura Romana en Caminreal... (Enlaces...)
* Cicar.org... (Propuesta de visita para los centros escolares...)
* Yacimiento arqueológico de La Caridad (Enlace...)
* Horario de invierno: sábados, domingos y festivos de 11:00 a 14:00 y de 16:00 a 18:00
15 julio a 15 septiembre (horario de verano): todos los días, excepto los lunes de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00.

Prosiguiendo nuestra ruta en bici.
10 Km. llevamos recorridos desde nuestra salida de Calamocha, aquí en Fuentes Claras.

Nuestra ruta en este cruce de caminos y vías muertas, seguirá hacia la derecha, por una pista amplia que circula entre polvorientos muros de piedra y que se pierde tan recta como un hilo, a lo lejos.
15 Km. de pedaleo nos deparan hasta las orillas de la Laguna de Gallocanta, hasta Tornos. A la espalda dejamos las aguas del Jiloca y el verde campanario de Fuentes Claras, para adentrarnos en un inmenso mar de cereal, de tierras de labro, de veredas adornadas de algún ramillete de viejas encinas que nos muestran tímidas como era antes su entorno. Y nos encontramos algún bajito peirón extraño que nos hace detenernos para tocar su tosca piedra y disfrutar del aura mágica que le envuelve, extraño, solitario, envejecido por el sol y por el hielo.

(imagen omitida)

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En marzo-abril todo esta verdoso, vivo, refrescante, humedecido por el viento que aun amenaza lluvias con su cielo aborregado. Parideras y corralizas, campos de placas solares muy apartados, que buscan como girasoles la luz, de encinas centenarias que se ramifican majestuosas independientes, sobrevivientes a tanta dura batalla, a tanto vivir y a tantos sufrimientos de duro trabajo y duras esperanzas.

Llegaremos en nuestro ambular a una carretera. Sorprendidos por la poca señalización que aquí tendremos, seguiremos rectos por calzada pedregosa, entre campos de almendros que salpican rincones. Nos encontramos algún agricultor preparando los campos para la siembra, y aún quedan parideras de ganado ovejero en medio de este solitario espacio. No se oyen bullicios de coches, ni de fábricas, ni de poblaciones sonoras. Sólo el viento que doblega las finas hojas del joven trigal. Pinares apelotonados son los cultivos micológicos silvestres de los habitantes cercanos. Hábitat del Gavilán, del cernícalo, de las palomas torcaces y de los milanos.

Al divisar Tornos con la hermosa cúpula de la ermita de la Virgen de los Olmos y la Laguna, ya aparecen otros cruces de caminos que pueden dirigirse a Torralba de los Sisones y a Bello, con su alto edificio que lo identifica a la izquierda de la laguna. Más allá, la población de Las Cuerlas, que ya se divisa borroso por la calina. Al fondo el Berrueco y Gallocanta.

Llegamos a la carretera. Entre la población de Tornos y Bello, en medio del panorama, se ubica el centro de interpretación de la Laguna. En invierno el horario se limita a los fines de semana.
25 Km. hemos realizado hasta aquí.

(imagen omitida)

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Diversas rutas atractivas, se abren para internarse por los entornos de esta gran charca salobre, por una vertiente o por la otra, intercomunicadas para acercarse a los diversos pueblos que la acompañan; hasta la ermita de Nuestra Sra. Del Buen Acuerdo, instalada en un altozano, bien visible al otro lado justo de la laguna.

Torretas y casetas de madera instaladas para la observación de aves, nos elevarán del suelo para poder husmear y oscultar miméticamente este bello lugar de grullas, avutardas, avefrías, ánades, aguiluchos, etc. Un paraíso protegido para que la ecología se desarrolle en todo su esplendor y plena soltura. Dependiendo de la época del año, encontraremos una u otra especie.

Interesante solicitar la compañía de un guía de la zona, para poder identificar lo que a través de los prismáticos podamos descubrir.

Uno de los placeres que no podéis perderos son las puestas de sol sobre la laguna. Desde el castillo de Tornos, o desde las montañas sobre el Berrueco, tenéis unas coloreadas panorámicas que siempre merecen la pena. Los pueblos también son muy atractivos para perderse entre sus curiosas fachadas, entre sus callejuelas estrechas y sus edificios más antiguos. Sus iglesias y sus ermitas, sobre todo la de Tornos.

* Una ruta para ascender al pico Valdelacasa a 1391 metros desde Berrueco, en el que tenemos las mejores vistas de toda la Laguna... (Enlace a descripción del trayecto y mapa cartográfico...)


El regreso a Calamocha lo podemos realizar por donde hemos venido, por donde no tendremos perdida si se nos oscurece o vamos cortos de tiempo.

O podemos tomar los caminos sin asfaltar que conducen por las laderas del castillo de Tornos hacia la torreta forestal de Calamocha. Bien localizada sobre un alto cerro, y entre cortafuegos bien visible. Circularemos paralelos a la carretera asfaltada de Calamocha y entre pinares por veredas, llegaremos al tramo de la antigua carretera semi-abandonada que sube el cerro por donde ya no circulan vehículos. En lo alto, y antes de iniciar el descenso siguiendo por la carretera, -una pista dejando el firme-, parte a la derecha en la misma curva. 1’5 Km. más de ascenso, merecerán la pena ante las vistas que se nos abren desde este lugar magnífico.
La llegada a Calamocha la tenemos en 30 minutos. Todo es ya cómodo descenso.

Total del recorrido: 40 km.

Celebraciones en el Poyo del Cid:
Encuentro con el Cid.
13 y 14 de Junio. (2009)
Sábado 13. Concentración a las 11´00 horas.
19´30 h. Representación teatral.
A continuación: Descenso de las tropas del Cid.
22´30 h. Justas a caballo con expectáculo de fuego.
Domingo 14: 13´30 h. Danzas medievales.
17´00 h. Conferencia sobre "Los Castillos Medievales".
Por el Centro de Estudios del Jiloca.
18´00 h. Torneo Medieval.


Más información por los entornos de Calamocha, relacionada desde Ibérica 2000:

* Desde Calamocha a Luco de Jiloca. (Enlaces…)
* Laguna de Gallocanta.
* La estación ferroviaria de Caminreal...

Más información de viajes sobre ruedas, relacionados desde Ibérica 2000:

* En ruta a Albarracín, Valle del Jiloca y Gallocanta. (Enlaces…)
* Albarracín. Saboreando sus entornos...
* De Bronchales a Guadalaviar...
* Frías de Albarracín. Noches de hielo y escarcha...
* Desde Albarracín, seguimos a Gallocanta, por el Valle del Jiloca...
* Por el valle del Jiloca, en Teruel.
* Por La Valldigna y La Murta, en auto-caravana...
* A Gallocanta desde el Jiloca…
* Oficina itinerante para la promoción del Pirineo

* A todos los reportajes relacionado con la bici, desde Ibérica 2000... (http://www.iberica2000.org/Es/Busquedas.asp?Palabra=bici) (A numerosos artículos...)

Libros relacionados:
(Disponibles en la biblioteca de Calamocha)

* Requiem por la estación de Caminreal.
De Gonzalo Montón Muñoz.
Editado por el Centro de Estudios del Jiloca.
Calamocha. Noviembre de 1996.

* El valle del Jiloca.
Guía de paisajes, monumentos, fiestas y servicios turísticos.
De Emilio Benedicto Gimeno, Chabier de Jaime Lorén y Francisco Javier Sáenz Guallar. 2005.

* Por los caminos del Jiloca y Gallocanta.
Detalle de numerosas excursiones.
De la colección: Por los caminos de Aragón.
De José Luis Acín Fanlo. 1996.
Editorial Prames.

* Por la Laguna de Gallocanta y Sierras del Jiloca.
De Chabier de Jaime Loren.
Editado por Prames. 1993.
(Posee un listado de especies vegetales y animales del Jiloca, en su pág. 155)

* Guía de La Naturaleza de Gallocanta.
Coordinación de Javier Mañas y dirección de Matilde Cabrera Millet.
Editado por Prames. Diciembre 2001.
(Una completa información que nos facilita la comprensión de algunos temas específicos que van más allá de los ojos del visitante).







* Jiloca.
Calamocha y Monreal del Campo. 2004.
Una guía que recorre torres mudéjares, peirones, secanos luminosos, yacimientos celtíberos, plantas endémicas, productos de la tierra como el azafrán y el jamón, añadiendo preparados caseros gastronómicos. Nos adentra con curiosidades que van desde las romerías populares a las casas solariegas, pasando a degustar sin olvidarse de los buenos vinos.

>> Autor: Redac.Ibérica2000 (22/04/2009)
>> Fuente: Recopilaciones para Ibérica 2000.


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