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A GALLOCANTA DESDE EL JILOCA…
Viajando sobre ruedas… en Autocaravana. (Teruel)

Recorrer estos caminos es como el que recorre las líneas de la vida por una mano robusta que trabaja cada jornada esta tierra. Visitar sus ermitas e iglesias con los yacimientos romanos a orillas del cauce del Jiloca, hacen que descubramos un mundo dentro de otro mundo, en estos campos turolenses.







Recorrer el Valle del Jiloca es detenernos a cada paso recordando su historia, para saborear sus colores que cambian con su luz el paisaje a cada instante. A finales de marzo ya empiezan los verdi-marrones a entretejer el rompecabezas que conforman sus campos de cereal.






(imagen omitida)


(Imágenes de Ibérica 2000 - Marzo 2009)
Hay que remontar indiscutiblemente a puntos altos como el Cerro del Poyo para poder vislumbrar a la perfección, el crucigrama de líneas que conforman los campos labrados del Jiloca.







Desde las minas de Ojos negros, haremos una parada obligada a nuestra izquierda, en Blancas, donde la ermita de la Virgen de la Carrasca del s. XVII y XVIII preside el diseño de este gran escenario. Apoyados en sus paredes de ladrillo y mampostería, podemos disfrutar en toda la dimensionalidad del valle, de las parameras de Blancas y de Torralba de los Sisones que suponen la transición desde la cuenca endorreica de Gallocanta a los llanos del Alto Jiloca. Las condiciones climáticas y geológicas que envuelven estos lugares determinan una comunidad biológica propia de los altos páramos del Sistema Ibérico.

En estas zonas se cría La “rasa aragonesa”. Una raza autóctona de oveja bien adaptada a estos pastizales secos y fríos donde crecen plantas aromáticas. Es el ternasco de Aragón que hay que degustar por su finura y por su intenso sabor.

La loma y los secanos cerealistas sostienen una singular comunidad de aves en las que abundan especies propias de las estepas asiáticas y norteafricanas. Por ello, la paramera de Torralba y de Blancas esta catalogada como “Área Importante para las Aves en Europa”.

(imagen omitida)


La muralla principal de la ciudad de Leónica construida sobre el Cerro del Poyo, encerró un recinto de unas 12 hectáreas, suficiente para albergar una pequeña ciudad a unos 2.000 habitantes. Por el exterior del recinto principal aparecen restos de una muralla de menor grosor, en torno a 1 metro, que puede responder a una ampliación de la ciudad o a un recinto cerrado para proteger el ganado.






* Para los que valoráis los sabores de los productos de cada tierra que recorréis, el Grupo de Alimentación Aragónia en la misma ciudad de Calamocha -ofrece el detalle a los que los visitéis-, el degustar gratuitamente el jamón y el embutido que elaboran.
¿Dónde se encuentran?... (Pincha en este enlace que te recomendamos...)

Sentarse con un libro junto a uno de los centenarios árboles que se mantienen sobrevivientes a través del tiempo en estas tierras, arropados por el solecito que se asoma entre las primeras nubes del verano, silenciosos y expectantes a lo que nos aporte el viento, a lo que nos pueda surcar desde el cielo entre buitres, cuervos, urracas, águilas pescadoras; puede ser un auténtico privilegio para los que solo estamos de paso y para aquellos que se asentaron un día en este gran valle. Hay que remontar indiscutiblemente a puntos altos como el Cerro del Poyo o la torre de vigilancia forestal de Calamocha a las puertas de Gallocanta, para saborear en todo su esplendor la majestuosidad de este espacio natural que se abre sin fronteras, que te envuelve para amarlo, para degustarlo intensamente desde cualquier punto de vista, que puede arrastrarte sin pensarlo, a pelear un día por su conservación. Serios peligros acechan a sus abundantes aguas, con los restos del purín de sus granjas de porcino que por otro lado dan jamón y fama a Calamocha.

(imagen omitida)


Por encima del municipio del Poyo del Cid que asoma bajo el cerro de San Esteban, podemos distinguir la población de Calamocha. Al fondo se escapa el río Jiloca atragantándose entre las faldas montañosas que van hacia Luco de Jiloca y de allí, hacia Burbáguena.

El Cerro del Poyo.
(Una profunda mirada a su historia…)

El cerro de San Esteban se sitúa a 1.052 metros de altitud, a 150 metros por encima del nivel del río Jiloca, que serpentea a sus pies. Su posición estratégica sobre este valle propició la elección para construir una ciudad que en el siglo I sirviera como referencia del poder de Roma sobre la recién conquistada región de Celtiberia. Esta ciudad llamada Leónica, se edificó a partir de la parte más alta del cerro, extendiéndose por las empinadas laderas mediante un sistema de terrazas. Toda la ciudad esta rodeada de una poderosísima muralla con torreones cuadrangulares de tramo en tramo, realizada con grandes bloques de piedra. La carencia de agua se solucionó mediante la edificación de un gran numero de cisternas de opus cementium (hormigón) distribuidas por toda la ciudad y en las que se almacenaba agua que se subía desde los manantiales del río y se recogía de la lluvia. La muralla romana, de casi 3 metros de espesor, se adapta a la complicada orografía del terreno, perfilando la zona más elevada del cerro en la vertiente norte y descendiendo hasta media ladera en la sur, la más soleada y protegida del viento y por tanto la más agradable para ser habitada.

La muralla principal encierra un recinto de unas 12 hectáreas, suficiente para albergar una pequeña ciudad a unos 2.000 habitantes. Por el exterior del recinto principal aparecen restos de una muralla de menor grosor, en torno a 1 metro, que puede responder a una ampliación de la ciudad o a un recinto cerrado para proteger el ganado.

Las casas de Leónica se construyeron utilizando los materiales de los terrenos; las murallas y las paredes exteriores de las casas se realizaron con la dura cuarcita del propio cerro, el adobe se uso en las paredes interiores, en tanto que la ligera toba, una caliza porosa que aflora al lado del río, se utilizo para dinteles y arcos.







Esta ciudad romana inicio su decadencia a mediados del siglo I, durante el reinado del emperador Claudio (años 41 a 54) y quedo arruinada a lo largo de los siglos II y III, aunque es probable que se mantuviera una población residual que mantuvo nombre, ahora arabizado en Langa, y algunos edificios hasta el siglo X.

El Cid estableció en la cima del cerro de San Esteban un campamento estable en el año 1.088. Los restos del castillo del Campeador ocupan la cima del cerro, en los alrededores de lo que hoy aparece una ermita. La fortificación cidiana sigue el modelo de castillos del siglo XI, con un gran torreón central, la torre del homenaje, rodeada por un recinto exterior en este caso circular al adaptarse a la forma de la cumbre del cerro. Dadas las características ortográficas, el castillo no necesito de un foso artificial, como si suele ser habitual en otros casos. El gran torreón central, bien visible en el punto mas elevado del cerro, conserva una altura de 5 y 6 metros, en parte cubiertos por el derrumbe del propio torreón. Tiene un gran tamaño, pues sus dimensiones son de 10 x 12 metros de lado y tal vez superaron los 15 metros de altura. Esta construido con los bloques de cuarcita del propio cerro, aprovechando los restos de las construcciones romanas. El torreón estaba rodeado de un recinto murado de más de 40 metros de diámetro y conservaba entre 2 y 4 metros de altura, que encerraba una superficie de entre 2.000 y 2.500 metros cuadrados, suficiente para que pudiera refugiarse una mesnada de varios cientos de soldados. El Cid construyó 7 años antes un castillo similar en el cerro de Torrecid, en Ateca, muy similar en planta pero de menores proporciones que este del Poyo. El castillo del Cid en el cerro de San Esteban del Poyo constituye la evidencia material y la constatación arqueológica de la presencia del campeador en esta localidad. Desde su privilegiada posición puede controlarse todo el curso del alto río Jiloca y la gran ruta de la comunicación que este valle representa, el camino hacia la Meseta por la laguna de Gallocanta o por las parameras de Molina, la ruta hacia el valle del Ebro por el curso del río Huerva, al pie de la Sierra de Cucalón, y el camino hacia el este por las tierras de Montalbán hasta el Maestrazgo.

(imagen omitida)


En la cima del cerro, hoy solo queda una ermita y en su entorno toda una serie de derrubios de lo que fueron sus murallas y la torre principal.

Desde esta cima, oteando los 360º de horizonte, el mismo que posiblemente tantas veces observaron los ojos del Campeador, adquiere todo su sentido la importancia que el Poema del Cid otorga a este lugar, y se entiende perfectamente la geografía y el espacio que describe ese mismo Poema. Y sobre todo pone de manifiesto el valor histórico del territorio que durante varios años, a finales del siglo XI, recorrió el más importante de los personajes de la Edad Media hispana, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.

Volviendo a su lugar estratégico en la geografía, El Poyo del Cid ocupa un lugar muy importante en el sistema de comunicaciones naturales en la zona oriental de la Península Ibérica. Desde la prehistoria, este valle ha sido el principal camino en el interior del sistema Ibérico. Pero fue en la época romana cuando se trazaron las grandes vías de comunicación. En el itinerario romano conocido como el Ravenate, se enumeran las mansiones que se sucedían en la vía romana de Zaragoza hacia el sur, Contrebia, Auce, Leónica, (el yacimiento de San Esteban del Poyo del Cid), Gergium, Articabis y Precorium. Este itinerario dibuja las ruta habitual entra las tierras de Teruel y Zaragoza. Este camino coincide con la vía Laminium, la misma que siguió en el siglo X el califa cordobés Abdarrahman III en sus campañas militares contra Zaragoza y que fue muy utilizado por los musulmanes desde el siglo VIII.

Los caminos seguidos por los ejércitos musulmanes desde Córdoba hacia la Marca Superior se circunscribían a dos grandes itinerarios generales. Uno de ellos se realizaba a trabes de Toledo, y desde esta ciudad por el valle de Henares y luego por el del Jalón hasta Zaragoza. En ocasiones se empleaba una ruta alternativa, desviándose en la actual Alcolea del Pinar hacia las parameras de Molina de Aragón y desde allí, por la laguna de Gallocanta, hasta el Poyo del Cid o hasta Daroca.

La segunda gran ruta subía desde Córdoba hacia la Mancha y continuaba por la antigua vía Laminium hasta Teruel. El califa Abdarrahman II siguió esta ruta en el año 935, atravesando, a partir de Teruel, los siguientes lugares: Teruel y confines del distrito de Santaver hacia la acampada de Salis.

A la primavera, irrumpen especies migratorias para criar, como las rebalbas, las bisbitas campestres, las currucas tomilleras, que aprovechan la explosión de insectos que ofrece esta estación después del invierno. Tras el verano, se forman numerosos bandos de Calandrias, terreras, alondras, cogolludas y trigueros, que son especial plato para el Halcón y para el Cernícalo vulgar. Bandadas de paseriformes adornan con silbidos los páramos y las verdosas veredas; verdecillos, verderones, bisbitas, currucas y turdidos, emprenden un ruidoso jolgorio de fiestas y feriales. En los días soleados ya empiezan a revolotear con sus calenturas.

(imagen omitida)


(La imagen pertecece a la ruta de Calamocha a Luco de Jiloca, por la antigua vía del tren)
Entre las cañas del cereal nidifica el aguilucho lagunero. Los cambios agrícolas en las últimas décadas de Monreal, de Torriijo del Campo, de Aguas Claras, de Caminreal y Calamocha, han diezmado la presencia de los bandos de avutardas y sisones. Sin embargo, cada vez bajan más las grullas invernantes desde Gallocanta hacia el Jiloca a alimentarse de estos sembrados entre panizo y rastrojos.

* Desde Calamocha por el Poyo del Cid, a Tornos (Gallocanta) (Enlaces...)
* Desde Calamocha a Luco de Jiloca.
* Desde Luco de Jiloca a Báguena.

Son campos de parideras, desplegadas en cada uno de estos horizontes, donde también crían los mochuelos (rapaces nocturnas) y las chovas piquirrojas. La liebre puede localizarse recorriendo los surcos y las calveras, asomada vigilante en altozanos, para no ser festín del zorro y del Águila real.

Son territorios donde es impensable olvidarnos los prismáticos para espiar a la Alondra de Dupont (Chersophilus duponti) que tiene en Blancas una de las mejores poblaciones europeas y que es localizada fácilmente a través de su melódico canto, apoyada normalmente desde una mata. Al Sisón (Tetras tetrax), a la Ortega (Pterocles orientalis) que vuela en pequeños bandos, al Alcaraván, limícola de secano de vuelo raso y planeado (Burhinoso oedicnemus), que se puede escuchar al crepúsculo con una voz aflautada, a la Calandria (Melanocorypha calandra), a la Avutarda (Otis tarda), a la Grulla (Grus grus), a la Collalba gris (Oenanthe oenanthe), a la Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax). Son los cielos del Halcón peregrino (Falco peregrinus) y del Aguilucho Cenizo (Circus pigargus) cuando se marcha el frío.

En las zonas de manantiales donde esta presente el cañizo, como en los Ojos de Monreal del campo y en los Ojos de rifa, -de Caminreal a Torralba de los Sisones-, podemos disfrutar con el Aguilucho lagunero que esta presente todo el año. Cada punto es un rincón a cielo abierto para reposar, para saborear el correr de sus vientos, y disfrutar de los panoramas que estas parameras ofrecen antes del verano, cuando los verdes empiezan a asomarse, mientras las nieves sobre sus montes, aun están muy presentes en Semana Santa.






Son pueblos para participar entre sus costumbres, donde las calles se visten de capuchinos en las infinitas procesiones que se forman en cada villa y los rugidos de los tambores suenan y resuenan por la sangre de sus gentes, amantes de sus tradiciones, amantes de su pasado y de su presente.

Son tierras por donde un día pasó la historia, y a cada paso nos la recuerda.
Celtas, íberos y romanos, que dejaron sus huellas, y a través de sus yacimientos
podemos aprender de ellos.


Diversos días por el valle recorriendo las riberas del Jiloca, visitando sus manantiales acompañados de chopos cabeceros por cualquier vereda que recorremos, nos deja un suculento sabor de boca. Buenas comidas y buen vino, nos deleitan los pensamientos.

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Desde Calamocha, después de habernos parado a visitar su ermita dentro de la población, su iglesia y su puente romano, emprendemos camino de la Laguna de Gallocanta.






Saboreamos las puestas de sol desde lo alto del cerro, a los pies de una torreta forestal que nos abre una puerta a panorámicas del valle que dejamos, y de la laguna a la que nos dirijimos. Desde aquí disfrutamos de los colores que se apagan sobre Sierra Menera, sobre los pueblos de Torrijo del Campo, Caminreal, Aguas Claras, Luco de Jiloca y Lechago entre otros.

Los pinares que se crían bajo estos pies, en los momentos de la recolecta de setas se llenan de exploradores que buscan y rebuscan estos codiciados sabores culinarios. Los buscadores de trufa, también tienen en estos parajes su espacio y su interés. Cada vez son más las hectáreas de encinas que se microrrizan para el cultivo de trufa. Sarrión, no demasiado lejos de estas tierras, tiene su cuna con este apreciado y valioso producto.

(imagen omitida)


Frente al sol, se abre otro panorama; Tornos, Berrueco, Bello, Torralba de los Sisones y Gallocanta. Las Avutardas ya han llegado, y se acicalan al atardecer a orillas de las aguas salobres de la Laguna. Numerosos caminos circundan las aguas, rodean este espacio para confluir en un paraje extraordinario. Algunas torretas y casetas para curiosear sobre la laguna con prismáticos, se desperdigan por el amplísimo entorno. Recorrer los caminos en bici, nos dará el silencio que necesitamos para observar a las aves. Aún quedan grullas pastando sobre algunos campos, que no se han marchado a finales de marzo. Las avefrías sobrevuelan como mariposas entre los reflejos de las aguas, en sus últimos rayitos de luz que llegan recostados desde el horizonte.

Información relacionada, desde Ibérica 2000:

* En ruta a Albarracín, Valle del Jiloca y Gallocanta. (Enlaces…)
* Desde Albarracín, seguimos a Gallocanta, por el Valle del Jiloca...
* Por el valle del Jiloca, en Teruel.
* Laguna de Gallocanta.

Otras rutas, que merece tener en cuenta:

* Por Loscos- Mezquita de Loscos- Piedrahita.
Senderismo por la cabecera del Nogueta... (Enlaces…)
* Ruta Peracense - Gallocanta...
* Singra- Villafranca del Campo- Bueña- Monreal del Campo- Rubielos de la Cérida.
Ruta de la trincheras de la guerra civil...
* Por San Martín del Río- Báguena- Burbáguena- Luco de Jiloca- Lechago- Navarrete del Río- Cutanda- Olalla.
Ruta del Mudejar...
* Por Piedrahita a Bea.
Ruta botánica de Bea...



Libros relacionados:
(Que tienes consultables en la biblioteca de Calamocha)
Telf. 978 731 663 - benedictogimeno@hayoo.es

* Por la Laguna de Gallocanta y Sierras del Jiloca.
Una guía para hacer rutas por las sendas y caminos de las tierras altas del Jiloca.
De Chabier de Jaime Loren.
Profesor de Biología y Geología y miembro del Centro de Estudios del Jiloca.
Editado por Prames.






* El Valle del Jiloca.
Guía de paisajes, monumentos, fiestas y servicios turísticos.
Por Emilio Benedicto Gimeno.
Chabier de Jaime Lorén.
Francisco Javier Sáenz Guallar.
Publicado por ADRI Jiloca-Gallocanta. 2005.

>> Autor: Redac.Ibérica2000 (17/04/2009)
>> Fuente: Recorriendo Teruel con Ac-llar.


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