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Un paseo por la ciudad de Daroca.

(4459)

COMARCA DEL CAMPO DE DAROCA. ZARAGOZA. (ARAGÓN)
Entrar en la ciudad de Daroca es sin duda volver a la época musulmana, para imaginar una ciudad-fortaleza que atacaba y defendía aquel pasado fronterizo entre tierras cristianas y árabes. Un lugar donde empezaba el alba con cristianos y se ponía con al- Ándalus. Un paquete de reportajes que recientemente hemos terminado, para adentrarnos en unas tierras llenas de historia y de activa convivencia entre culturas pasadas.









Esta zona del recinto del cerro de San Jorge sobre la ciudad,
constituía un castillo llamado de la Judería,
tenía un total de 15 torreones en su perímetro.


Llegar a estas tierras desde el Valle del Jiloca, zigzagueando por la depresión tectónica por donde se ha colado el río Jiloca que se adentra desde Calamocha por pueblitos como Luco, pasando silencioso por Burbáguena, Báguena o San Martín del río, acompañado de unas aguas sonrientes y vivas, que deambulan a veces a prisa y a veces sin prisas, entre choperas, entre perales y entre huertas con notas de viñedos a cada lado, es toda una aventura que sobrecoge la mente a cada paso y a cada pedaleo.

Viendo desde lo lejos, desde los caseríos cercanos, las vistas de iglesias, de ermitas, de torreones y murallas que poco a poco se acercan a la vista, que se tornan rojizas con la puesta de un Sol que se esconde por Gallocanta. Campos de cultivo, cuidadosamente cuidados, labrados por el tiempo y por unas gentes pacientes, que no se preocupan ya por las historias pasadas, como si con ellos no fuera ni el futuro ni el pasado, solo el presente, sólo el momento del sembrado y de las cosechas de cada año.

Son lugares solitarios y ya pacíficos que no quieren saber de más conflictos, que han visto pasar ejércitos romanos y musulmanes, que han convivido amablemente entre cristianos y árabes, que han visto pasar caballeros y vasallos, que vieron con sus propios ojos a un Cid al que pocos hemos conocido tan de cerca, descubriendo las verdades y las mentiras contadas por aquellos juglares comprados por señores y reyes falsos, que no miraban por la libertad ni por el bienestar de sus gentes, falsearon la historia y las batallas. Unos lugares, apartados del mundanal ruido, que solo son acompañados por unas aguas turbias por el polvo recogido en los caminos y en las barrancadas, sintonizado al pasar, el vuelo de las oropéndolas y el canto de ruiseñores en las primaveras.


Descendiendo del cerro, sobre la misma carretera nacional y muy cerca
de la puerta Alta de la ciudad, se encuentra la torre de las Cinco Esquinas,
por ser de planta pentagonal también restaurada y construida en piedra sillar.


Llegar a Daroca, es toda una odisea de pedaleos sudorosos bajo el Sol si nos pilla en verano, un dolor de huesos penetrados por el frío, si entramos en invierno.

Entrar en la ciudad de Daroca es sin duda volver a la época musulmana, para imaginar una ciudad-fortaleza que atacaba y defendía aquel pasado fronterizo entre tierras cristianas y árabes. Un lugar donde empezaba el alba con cristianos y se ponía con al- Ándalus. Un lugar que ha sido testigo desde su creación, de cientos de conflictos, de peleas externas e internas, de envidias, de avaricias en tiempos de califas por el poder ya desde el año 900 en que fue diseñada. Un lugar que ha sido exaltado exageradamente por el clero para atraer peregrinos para administrar iglesias, pero que no ha necesitado de mayores flores para mantenerse majestuosa y tenebrosamente interesante ante su esplendoroso sistema defensivo, de sus monumentales portalones sur y norte, y de sus callejuelas estrechas llenas de leyendas, unas inventadas, otras ganadas a pulso por la incertidumbre de los saqueos y las invasiones por una u otra ideología.
Unas iglesias majestuosas que se han alimentado con las aportaciones de sus gentes y de sus visitantes a lo largo de los siglos.


Detalle de la entrada a Daroca, por la puerta Alta del recinto amurallado.


Daroca fue "una ciudad importante de las tierras musulmanas de al-Ándalus que dependía de Calatayud. Está situada al amparo de una montaña. Daroca está, a dieciocho millas de la ciudad de Calatayud. Era una ciudad pequeña, pero muy poblada, con abundancia de jardines y viñas; todo allí era abundante y barato. Y sigue estando a 50 millas de Zaragoza".
Al-Himyarï describía así en el siglo XV esta ciudad.

Dicho monte es el de San Cristóbal, y la ciudad fundada por los musulmanes se asentaba principalmente antes de su crecimiento al pie de este cerro, ocupando los barrancos de Valcaliente y la Grajera, además de la zona situada bajo el castillo. La actual calle Mayor, hoy repleta de comercios y las calles de sus lados no existían, quedando un amplio espacio vacío entre la ciudad y el cerro de San Jorge, por el que circulaba un torrente que en momentos de lluvias se convertía en agresivo. La ciudad está rodeada de lo que fue una muralla que partiendo del castillo Mayor ascendía hasta la cima de San Cristóbal y desde allí descendía hasta el actual muro de los Tres Guitarros para cortar por el callejón que hoy va desde la calle Orera (Valcaliente) a Santo Domingo, dejando fuera el solar que ocupa la iglesia, que seguía por la calle de mosén Mateo Martínez, cruzando la calle de la Grajera por detrás de la Colegial y continuando por el cortado que hay entre las escuelas y la calle de Hiladores, hasta el pie del castillo.


Detalle trasero de la parte de las murallas en la puerta Baja, tomada desde el postigo del Arrabal.


La parte más antigua de lo que hoy conforma el sistema urbano estaría en la zona más cercana al monte de San Cristóbal,
en unas cuevas que todavía se conservan, para ir creciendo hacia el fondo del barranco,
actual calle Mayor, que alcanzó su mayor extensión allá por el siglo X.


Entrar pues y caminar por las calles de Daroca es volver a aquel calendario del año 900, a aquella ciudad diseñada por arquitectos musulmanes, con un mercado repleto de productos que eran asequibles a muchas gentes, pero donde predominaban las clases medias, formadas por artesanos, por pequeños comerciantes y campesinos. Aquel comercio a pequeña escala, aquella artesanía, aquella agricultura y ganadería eran las principales fuentes de riqueza de aquellos habitantes y viajeros que iban de paso por estas tierras.






A esta función económica se unía la de la fortaleza militar, en el s.XI como defensa de aquel emirato frente a los Banü Quasï, en el s.X como fortaleza de los califas de Córdoba frente a los rebeldes de Zaragoza y Calatayud; y finalmente en el s.XI como plaza fuerte de los Banü Hüd frente a sus vecinos de Albarracín; y más tarde frente a los almorávides. En aquel tiempo la fisonomía de la ciudad era similar a la del resto de las ciudades musulmanas, con las especiales características de su ubicación topográfica.


En la parte más alta de todo el recinto amurallado, detrás de las actuales antenas de comunicación de la ciudad,
aparece un conjunto fortificado a modo de pequeño castillo, en la que hay una torre muy destacada, la torre conocida como de "San Cristóbal".




En la actualidad, y a pesar de las restauraciones llevadas a cabo en los últimos 20 años,
el estado del recinto es ruinoso, en particular en los lienzos donde queda el tapial al descubierto
al haber sido despojado de la cobertura de piedra o de ladrillo original.
Algunos puntos de la muralla llevan planes de restauración, pero la necesidad es tan gigantesca,
que en estas épocas de baja-económica, aún será más difícil conseguir fondos para su restauración.


Es tan grandiosa la obra patrimonial histórica de todo el recinto amurallado,
que por mucha inyección que se fondos que se aporte para su restauración urgente,
difícilmente será visible y valorada por el visitante, si no recorre en detalle algunas rutas,
como es el sendero que rodea a dichas murallas.


Las dos calles más importantes, la Grajera y Valcaliente, seguían las líneas de pendiente de los dos barrancos que se formaban en el pie del cerro de San Cristóbal; entorno a estas dos calles como ejes principales se organizaba la ciudad, a través de una complicada red de callejuelas que se adaptaban con precisión a la topografía del terreno. Las casas, dada la situación de la ciudad en una pendiente, estaban escalonadas, mediante una serie de aterrazamientos artificiales, alguno de los cuales puede verse todavía junto a la iglesia de San Juan.

De los edificios de la ciudad se ha empezado a conocer en las últimas décadas, realizándose estudios de investigación de algunas fachadas y de algunos diseños. Es seguro que Daroca, dada su importancia, tendría en aquellas épocas de esplendor árabe varias mezquitas; según la tradición, algo que hay que tomar el dato con muchas reservas, una mezquita posiblemente se ubicaba en el muro de San Cristóbal y la mezquita principal seguramente estaba situada donde en la actualidad está situada la iglesia de Santa María, siendo consagrada para el culto cristiano en el momento de la conquista. La situación de la Colegial, en el casco musulmán, era muy periférica, por lo que lo más probable que la mezquita mayor estuviera situada o en la zona de la iglesia de San Miguel o en la de San Juan, aunque nada de esto es seguro; quizás un par de hiladas que se conservan en la parte baja de lo que fue la torre de la iglesia de San Juan, pudieran ser de la mezquita mayor.

Apenas quedan restos de la época musulmana en la ciudad que es hoy, y los que se citan, están a la espera de mayores excavaciones arqueológicas. Aparecen algunos lienzos de muralla en el castillo Mayor, un probable lienzo en una de las casas de la calle de la Grajera que hace esquina con el callejón de la Traición; las mencionadas hiladas de la iglesia de San Juan y quizás los restos de una torre en el muro de San Cristóbal. Queda gran parte del trazado urbano en torno a las calles de Valcaliente y la Grajera, aunque la construcción de las iglesias de San Miguel y San Juan lo alteró notablemente.

Recientemente en 1980-1981, al realizar unas obras en un solar de la calle de mosén Mateo Martínez, esquina con la calle que sube desde la Grajera a San Juan, apareció una jarra de cerámica a 3 metros de profundidad mientras se construían los cimientos de una casa, que supuso sorprendentemente el primer hallazgo del resto-mueble conocido de la aquella época árabe en la ciudad de Daroca.


Puerta del Perdón de la iglesia de Santa María, perteneciente al s. XV.

A la derecha, el edificio que ofrece los soportales en la plaza Colegial,
construidos sobre el año 1634, y empleados como graneros propios para el trigo.


Para el trigo, se disponía de estos graneros propios, y en ellos se recogía todo el que entraba en la ciudad
y se vendía por el arrendador de este servicio a los particulares; la cámara del trigo recibía el nombre de almudí.



La iglesia de Abaruniya que se cita en las crónicas musulmanas debe ser una invención fabulosa, ya que se dice que dicha iglesia poseía trescientas sesenta puertas. En cualquier otro caso, no hay ninguna otra noticia sobre la iglesia, ni por supuesto ningún resto arqueológico o toponímico de la misma que pruebe que existió realmente.

]
Fuente de los veinte caños, diseñada en el s.XVI.
Pero este no fue su emplazamiento original bajo la puerta Baja.


Daroca en sí, es un profundo abismo en el océano de aquella historia, un lugar donde algunos investigadores y documentalistas, han tenido que sumergirse para nadar con serios inconvenientes para las creencias arraigadas en nuestra sociedad, para poder descifrar e identificar las falsas leyendas e historias que por diversos intereses se han escrito de la ciudad. Entrar en ella, recorrerla, sentarse en sus calles para saborear cualquier tapa o degustar cualquier plato típico, no impedirá que esos secretos y habladurías salgan a la luz, pero el ambiente de una época floreciente que vio su esplendor comercial se impregnará en la ropa de cualquier que pasee entre sus plazoletas. Un lugar para soñar como fue, y como nos gustaría que siguiera siendo, sin renunciar nunca a las raíces musulmanas y cristianas que vieron resurgir un arte entremezclado de sangres, el mozárabe, impregnado totalmente en torreones campanarios estas tierras entre Teruel y Zaragoza.


Libros de interés que os recomendamos:
(Disponibles en la biblioteca de Daroca-Casa de la Cultura)
biblioteca@daroca.es - Telf. 976 800 431

* Historia de Daroca.
Por José Luis Corral Lafuente.
Centro de Estudios Darocenses de la Institución "Fernando el Católico". 1983.
* Guía de Daroca. Una ciudad amurallada llena de historia.
Editada por Prames. Mayo 2000.
Textos de: Mª Carmen García Izuel y Pascual Miguel Ballestín.

* Centro de Estudios Darocenses... (Enlace...)

Artículos y reportajes relacionados, desde Ibérica 2000:

* Historia y documentación de la ciudad de Daroca. (Enlaces...)
* La conquista cristiana de la ciudad de Daroca.
* Los siglos de dominio musulmán en Daroca.
* La nueva ciudad de Daroca, a partir del año 1142.
* Los orígenes de Daroca en la época musulmana.
* La Ciudad de Daroca y su entorno. (Videos...)

* De Báguena a Daroca… en bici.
* Desde Luco de Jiloca a Báguena.
* Desde Calamocha a Luco de Jiloca.
* Lagunas de Gallocanta, la Zaida y Guialguerro.
* En ruta a Albarracín, Valle del Jiloca y Gallocanta.
* A Gallocanta desde el Jiloca…
* Por el valle del Jiloca, en Teruel.
* Desde Calamocha por el Poyo del Cid, a Tornos (Gallocanta)

* Por los rincones de Anento... (Campos de Daroca)
* Ruta circular Anento-Arguilay-Anento, en Bici.
* Mercado de Anento.
* Desde Anento, al Santuario de la Virgen de la Herrera

Insertado por: Ibérica 2000 (01/09/2010)
Fuente/Autor: Equipos de Ibérica 2000, en Aragón.
 

          


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