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Chapados a la antigua

(3956)

BIEN. ESA ÉPOCA PASÓ...
Esta es una expresión que se usa para definir las actitudes formalistas: profesar respeto al compromiso y a la palabra dada.

Ejercitar y apreciar las “buenas costumbres”, gustar y regirse por las normas sociales comúnmente aceptadas -unas más y otras menos rigoristas- en el trato social e interpersonal.

Ética y estética de la mano; saber a qué atenerse... Algo que desaparece y no se tiene en cuenta -excepto los medios y los engañadores-, para abusar de los confiados precisamente porque están “chapados a la antigua”. En todo caso sobriedad, austeridad, morigeración, mesura, moderación, contención, refreno, frugalidad son nociones en desuso. Mi moralistas ni galenos los recetan. Ni como remedio ni en prevención.

Bien. Esa época pasó, y cada día queda menos gente de las generaciones caducas “chapada a la antigua”. Cuando hayan desaparecido los últimos individuos de ellas, quedarán prácticamente muy pocos y muy pocas que hayan recibido el testigo de la tradición; el apego al compromiso, a la lealtad, a la palabra dada y al respeto al pacto. La tradición no hace más que perpetuar significados y costumbres. Y los mencionados, se van quedando poco a poco sin sentido. Ya no se atisba qué porciones de la sociedad puedan recibir el testigo. Sencillamente porque lo rechazan. Sea como fuere, esperamos que sea el otro el que esté “chapado a la antigua”, pero para burlarnos de él y para no devolverle el trato en reciprocidad...

Esto viene a cuento de que en estos días han ocurrido tres sucesos similares en distintos puntos del planeta. En Alemania, un muchacho de 17 años mata a 15 personas el miércoles, nueve de ellas alumnos del colegio, tres profesoras del mismo, un empleado de una clínica y a otros dos hombres, y acabó suicidándose o le mató la policía. El martes, un parado de Alabama asesinó a su madre, fabricó en la calle un cuadro macabro con su cadáver y los cuerpos de los cuatro perros sacrificados de la mujer, les prendió fuego y emprendió una huida durante la que se cobró otras nueve víctimas antes de suicidarse.

En Alemania se produjo un episodio similar en 2002, cuando un joven de 19 años asesinó a 16 personas en Erfurt. Y en Finlandia están registrados dos episodios terribles de alumnos y profesores asesinados en 2007 y 2008 a manos de dos jóvenes.

Pues bien, periodistas, comentaristas, expertos y tertulianos cargan contra los efectos de las posibles causas de estos comportamientos cada vez menos insólitos: fantasías paramilitares, juegos de rol, exterminio de los enemigos en las pantallas y videoconsolas... Todo se presta a una canalización fácil a las frustraciones de los jóvenes marginados en la escuela o en su entorno. Además apuntan al fracaso de los sistemas educativos que no saben prevenir este tipo de conductas atroces. Y, por supuesto no falta la alusión al uso de las armas que debe ser prohibido o severamente restringido...

Pero ni una sola censura al espejo de la ciudadanía: la clase política, la clase opulenta, la clase monárquica, la clase eclesiástica, la clase mediática... las clases, en fin, privilegiadas. ¿Qué nada tienen que ver ninguno con estos crímenes horrendos? Pues ahí está otro de los fenómenos capciosos de estas sociedades desquiciadas. Echar la culpa por defecto siempre al otro, el “no me arrepiento de nada”; el tú más, el ahora no estamos hablando de eso (cuando se establece una comparación entre los términos de quien acusa y sus faltas o delitos pasados); el señalar los efectos pero dejando sin empacho intactas las causas profundas. El fortalecer el conjunto de los funcionamientos, para que esto siga siendo un bodrio democrático y una jungla donde ganen siempre los poderosos y los listos quedándose en la estacada débiles e inteligentes a los que de poco les sirve su caletre...

Es lo típico. No ir a las raíces de un sistema corrupto por definición en el que el mayor placer de los predicadores y de los protagonistas de la vida pública es alardear de corrupción u ocultarla sin éxito, porque la presunción está en ser corrupto, no en ser honrado, es cómo se las gastan los que manejan los distintos timones de la sociedad. No sé qué sucederá en este sentido -en el sentido de “público”- en Alemania y en Finlandia, las dos sedes principales en Europa, en estos últimos tiempos, del horror de esta naturaleza. Lo que sí se sabe es que en Estados Unidos hechos de esta índole se producen mes tras mes aunque sólo salgan en los rotativos de alcance internacional los más llamativos por el número de las víctimas. No sé, repito, que sucederá en los entresijos de esas sociedades, aunque lo imagino. Sociedades que en cualquier caso sirven de luminaria a los países pardillos y a las democracias emergentes. Como es el caso de España y como es el de Rusia donde la mayoría de los encuestados está viendo las orejas al lobo de la falsa libertad.

¿No creen ustedes que más allá de los juegos de rol, de las videoconsolas, de las fantasía paramilitares y de la escasa atención que prestan los centros docentes a estos asuntos (porque es evidente que no dan abasto) el panorama, en cuanto a costumbres y al pisoteo del “chapado a la antigua”, es para echarse a llorar? ¿No tendrá también qué ver, y mucho, la corrupción generalizada, las islas de corrupción llamadas “tramas” que forman parte de la sinfonía de horrores de la estafa, del desfalco, de la mentira, del espionaje político... que avanzan cual ultracuerpos que se van apoderando de la sociedad toda? ¿Quién, que no esté “chapado a la antigua”, no tiene a las leyes penales como único freno a la voluptuosidad del dinero y del poder sin límites? ¿Acaso los políticos, reflejo de la sociedad que gobiernan unos y en la que pugnan otros sin el más mínimo escrúpulo ni pudor por gobernar, pueden ser referentes para chicos y mayores? ¿Dónde están los referentes? ¿Creemos que se puede vivir sin ellos?

Este país, cuya brújula siempre mira al norte de lo yanqui, ya se puede ir haciendo una idea de lo que le espera en un futuro no lejano. Ese futuro en el que ya habremos desaparecido los “chapados a la antigua”. Ya puede prepararse para que los jóvenes y niños de hoy día, dando un corte de mangas a la sociedad en cuanto salgan del claustro materno, se pregunten ¿y por qué ellos sí y yo no? ¿y por qué ese y el otro y el otro vive como un sultán sin dar un palo al agua? ¿por qué aquél vive sin zozobra y yo me desvivo y no hallo más que desespero? ¿y por qué ese rey y esa reina... y su caterva de rémoras; y por qué esos ricachones con sus jets o sus coches de medio millón de euros... mientras yo tengo que arrastrarme y hacer equilibrios para sobrevivir? ¿y por qué esos tíos en las televisiones y en los parlamentos no escuchan a nadie y sueltan a todas horas chácharas retorcidas para justificar lo injustificable? ¿y por qué tantos se rigen por la ley del embudo; ésa que impone a los demás el tubo estrecho mientras ellos navegan por el ancho?

Está sociedad tiene mal remedio. Si la crisis económica está comprobada, la metástasis moral se palpa. Búrlense de los “chapados a la antigua” pero ellos saben bien que cada pecado lleva su penitencia...

Insertado por: Jaime Richart (13/03/2009)
Fuente/Autor: Jaime Richart.
 

          


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