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CIMA. Científicos por el Medio Ambiente.

(2235)

BARCELONA. ESPAÑA. EUROPA.
CiMA es una asociación independiente formada por científicos que trabajamos en todas las disciplinas de las ciencias naturales y sociales, vinculados por una conciencia común de nuestra responsabilidad social, y deseosos de proteger el medio ambiente y la diversidad (tanto biológica como cultural), así como promocionar la salud pública y la sustentabilidad.

Con el accidente del Prestige –la penúltima oportunidad que se nos ha concedido de “aprender por medio de las catástrofes”, como decía el Club de Roma en los años setenta del siglo XX– se ha puesto en evidencia, de nuevo, la falta de medios de la comunidad científico-tecnológica existente en el Estado español para expresar su opinión de forma independiente.


CiMA quiere proporcionar los cauces necesarios para que lo haga con claridad y rigor; buscamos así influir en el debate social y en las decisiones sociopolíticas.

Nos mueve la preocupación –que creemos compartir con muchos ciudadanos y ciudadanas– por el deterioro rapidísimo de la biosfera y de los hábitats humanos. Igualmente nos inquieta lo que consideramos distorsiones graves en la relación entre ciencia, tecnología y sociedad. Nos referimos a fenómenos como la fragmentación del conocimiento, una de las peores consecuencias de la hiperespecialización de muchos profesionales de la investigación.

Nos desazona también la privatización del conocimiento y la “individualización de los riesgos”, cuyos promotores culpan de la degradación medioambiental a las víctimas, y no a los verdaderos responsables; pretendiendo hacer creer que cada uno puede –solo, como individuo– hacer frente a riesgos que, sin embargo, no tienen más respuesta racional que el fortalecimiento de las redes colectivas de protección social, sanitaria y ambiental.

Y queremos igualmente dar respuesta a la mercantilización de las líneas de investigación, a ciertos usos perversos de la financiación privada de la I+D, a la manipulación de las conclusiones científicas por los intereses dominantes, a la opacidad antidemocrática en la gestión del sistema I+D, a una priorización inadecuada de los recursos (que excluye necesidades socioambientales básicas), al aislamiento social y cultural de los investigadores, a las desigualdades sociales en formación científico-técnica, a las insuficiencias que vastos sectores de la ciudadanía tienen en su acceso a información independiente sobre ciencia y tecnología... Creemos, en definitiva, que existe un amplio territorio de reflexión y acción para los hombres y mujeres de ciencia conscientes de su pertenencia a la polis democrática.

En los últimos siglos, y sobre todo a lo largo del siglo XX, la ciencia moderna –entreverada estrechamente con la tecnología– ha ido adquiriendo un poder formidable de modificación de la naturaleza y la sociedad. Semejante poder lleva consigo una enorme responsabilidad –verdaderamente científica–, aunque esto no siempre lo perciban claramente la sociedad ni los propios investigadores e investigadoras. Se invoca cada vez con más frecuencia, tanto dentro de los propios

círculos de científicos y tecnólogos como fuera de ellos, la idea de una ciencia con conciencia. Desde CiMA queremos hacernos cargo de esta situación, y subrayamos por eso el compromiso socioambiental de científicos y tecnólogos.

La ciencia ha avanzado diversificando y especializando las disciplinas, pero este proceder ha entrañado una pérdida de perspectiva global, holística e integradora. En paralelo, nos hemos hecho cada vez más conscientes de la interdependencia de los múltiples problemas socioecológicos a los que hacemos frente, lo cual empuja también a esa nueva integración. Urge pues encontrar vías para la desfragmentación y la recomposición de los saberes, con una perspectiva sistémica, integradora y capaz de aprovechar toda la riqueza de la colaboración transdisciplinar.

En este contexto es clave la noción de sustentabilidad, entendida como viabilidad en el tiempo de los ecosistemas y los sistemas humanos que se apoyan sobre ellos. Pero esta idea está siendo pervertida por un uso meramente propagandístico y táctico del término. También evitar la prostitución del lenguaje, que conduce a la del pensamiento, forma parte de las inquietudes de CiMA. Cuando nosotros decimos “sustentabilidad” o “desarrollo sostenible”, estamos hablando de energías renovables, cierre de ciclos de materiales, agroecología, producción industrial limpia, protección de la salud, reequilibrio Norte-Sur, igualdad social, equidad entre géneros, ética de la autocontención, democracia participativa...

Cuando los seres humanos ocupábamos una porción pequeña del espacio ambiental disponible, y los impactos de la ciencia y la tecnología eran limitados, apenas resultaba necesario velar por las consecuencias lejanas de nuestras acciones: pero hoy, en la situación histórica inversa, es imprescindible. El principio de precaución –que, lejos de ser “anticiencia” ni “antitecnología”, apunta a una manera mejor, más responsable y sabia, de practicar nuestras disciplinas– ha de estar en la base de nuestra manera de enfrentarnos a los ineliminables riesgos e incertidumbres.

Un siglo largo de debates dentro de la comunidad científica, y también entre ésta, los filósofos de la ciencia y los movimientos sociales, han mostrado el carácter altamente cuestionable de las construcciones ideológicas en torno a una supuesta neutralidad de la ciencia. Somos conscientes del alto grado en que los valores intervienen en nuestro quehacer, y queremos obrar en consecuencia. Un aspecto de esta problemática –pero sólo uno– será intentar facilitar el “desenganche” de los investigadores e investigadoras de los proyectos relacionados con la producción militar y la destrucción medioambiental, que hoy tienen tanto peso dentro del sistema CyT.

Uno de los problemas centrales hoy es que, en gran medida, los medios de producción están blindados frente a todo control democrático, mientras que los procesos democráticos están ligados de formas ambiguas y fraudulentas con los procesos de producción.

La optimización de resultados locales a corto plazo –que caracteriza en gran medida el proceso de producción– ha de ser contrastada con otras dimensiones del acontecer biológico, social y cultural.

Los científicos y tecnólogos pueden o bien, contribuir a retirar el conocimiento de la circulación social, o por el contrario facilitar y promover un debate informado que contribuya a la democratización de los medios de producción material e intelectual.

La ciencia, las tecnologías de la información, el sistema CyT no son un coto vedado para especialistas. Es la comunidad de los ciudadanos y ciudadanas la que subvenciona la investigación científico-técnica y la que se ve después directamente afectada por la aplicación del conocimiento –o la ausencia de aplicación–: a ella le corresponde decidir en última instancia sobre la dirección que adopten la ciencia y sus aplicaciones.

Pues lo que está en juego es nada menos que el tipo de ser humano y de sociedad que deseamos.

Renunciar a la racionalidad científica sería renunciar a algunas de las formas más útiles e importantes de aproximación a la realidad; supondría mutilar sin remedio la naturaleza humana y la política democrática. No ha de pedirse menos ciencia: se trata antes bien de más ciencia, otra ciencia, una ciencia responsable (social, cultural y ecológicamente responsable).

Que el desarrollo tecnológico configure la sociedad no es un destino ineluctable; por el contrario, la sociedad puede y debe configurar el desarrollo tecnológico. Sólo la vía de la responsabilización de los trabajadores y trabajadoras de la ciencia, junto con un control social democrático sobre la ciencia y la tecnología, pueden impedir que un determinado modelo de desarrollo tecnológico aparezca como un proceso autónomo e irresistible.

Esta autodeterminación social sobre lo que debe y no debe hacerse es irrenunciable en una sociedad verdaderamente democrática. Por tanto, una de las prioridades de CiMA será trabajar para una democratización consecuente del sistema CyT, en todas sus dimensiones y con todas sus consecuencias.

Si no queremos renunciar a lo mejor de nuestro proyecto civilizatorio –sociedades democráticas, individuos autónomos, colectividades solidarias, gentes y ecosistemas sanos, economías ecológicamente sostenibles--, entonces se impone el deber político-moral de cambiar las actuales relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad. CiMA nace para eso: su fuerza será la de los apoyos y colaboraciones que reciba.

* Enlace a su lugar de Internet...

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E-08003 Barcelona.

Insertado por: Redac.Ibérica2000 (16/03/2005)
Fuente/Autor: CIMA
 

          


 

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