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El automóvil: una enfermedad mortal

(1773)

REFLEXIONES... PARA TOMAR BUENA NOTA.
La droga, el alcohol, la velocidad, la soledad, las guerras preventivas, el colesterol, el hambre, la injusticia, la intoxicación y manipulación informativa... son nuevas enfermedades de un sistema neoliberal donde todo es bueno y necesario si sirve para la acumulación de beneficios en manos de unas pocas manos...

El automóvil y la televisión son dos aparatos imprescindibles que controlan nuestras vidas y emociones, así como merman nuestras economías personales. Sin embargo, todos seguimos "encantados" ante la capacidad de seducción que desarrolla la "caja tonta" y el automóvil...


* A toda la información relacionada con el coche, desde Ibérica 2000... (Enlaces...)

Por: Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)
* Fecha publicación: 22/09/2004.

A escala mundial cada dos minutos muere una persona por causa de un accidente automovilístico; de esa cantidad, alrededor de un 60 % son peatones.

En estos momentos ese hecho constituye la décima causa de muerte en términos globales, y de mantenerse la tendencia actual, para el año 2020 será la tercera.

Estamos por tanto - sin ningún lugar a dudas - ante una "epidemia" en términos de política pública de salud; es, como dice la epidemiología, una "catástrofe oculta". Siguiendo ese ritmo entonces, la prospectiva indica que en un par de décadas el 25% de los gastos mundiales en salud se dedicarán a la atención de víctimas de accidentes viales, lo cual incidiría muy negativamente en la viabilidad financiera de las políticas sanitarias en términos planetarios.

Desde la aparición del automóvil, hace un siglo aproximadamente, su crecimiento ha seguido un ritmo vertiginoso como ningún otro bien industrial en toda la historia.

Sin embargo esa prosperidad económico-industrial se ha dado a costa de crear artificialmente un problema sanitario nuevo, de proporciones gigantescas, con el agravante de constituirse además en uno de los factores de desastre medioambiental más grande que existe.

Lo curioso, no obstante, es que el problema no es abordado en esa perspectiva. Si bien los diversos Estados del planeta reconocen en general que hay ahí un factor a resolver, las medidas que se toman no están a la altura de la gravedad de los acontecimientos, por lo que la visión a futuro en este ámbito no se muestra muy prometedora.

Cualquier epidemia, en tanto se constituye en un problema sanitario, rápidamente pone en marcha medidas que tienden a evitar su propagación, su ampliación.

En el caso de los accidentes de tránsito significativamente no ocurre eso. Es obvio que hay intereses creados para que ello no suceda. La industria del automóvil, y la del petróleo que va de su mano, son dos sectores industriales de los más grandes en el mundo moderno.

La tendencia en marcha busca su ampliación. De esa cuenta el desastre sanitario en juego no encuentra una verdadera contención, sino solo remiendos cosméticos.

La gran industria de la fabricación de vehículos automotores para uso individual ha transformado la cultura del siglo XX; tener auto propio es sinónimo de progreso - aunque haya "epidemia" de accidentes y contaminación a niveles demenciales.

El mercadeo de estos productos ha alcanzado ribetes por demás de sutiles, logrando hacer del consumo del carro privado una necesidad casi de primer orden. Para los primeros veinticinco años del siglo en curso las grandes corporaciones de fabricantes de automóviles estiman vender mil millones de unidades en los países del Sur.

Vehículos, obviamente, que habrá que alimentar - no con agua, no con energía eléctrica ni solar, sino con petróleo, el mismo por el que se siguen produciendo guerras e invasiones.

En tanto haya cada vez más automóviles circulando, no hay real solución a la problemática de los accidentes: la epidemia - o pandemia, más precisamente - no puede ceder.

Y no puede hacerlo por varios motivos inmodificables:
1) la cantidad de vehículos en movimiento es tan grande que torna matemáticamente imposible evitar un porcentaje de accidentes.

Al respecto no hay medidas técnicas que puedan evitarlo: ni nuevos sistemas de frenos, ni mecanismos de guiado automatizado que minimicen al máximo el error humano.

Mientras haya cuerpos en movimiento, necesariamente habrá colisión entre algunos de ellos.

2) Los conductores de esos aparatos son seres humanos, y los seres humanos somos falibles. Por otro lado - ahí está la llave del negocio justamente - de lo que se trata es que cada vez más gente disponga de su auto privado, que lo maneje, que lo renueve cada tanto.

Quienes los manejamos somos ciudadanos comunes muy precariamente capacitados, y no pilotos profesionales (como sucede con otros medios de transporte: aéreos, acuáticos); por tanto, el grado de impericia conductual es imposible de ser reducido.

Conclusión:
No hay modo alguno, con esa tendencia, que pueda reducirse el número de accidentes.

3) Psicológicamente considerado, todo conductor de automóvil dispone de un medio que le permite dejar aflorar legalmente su violencia. La agresividad humana se manifiesta de las más variadas formas: el conducir es una de las más horrendas.

Disponer de un carro es disponer de un arma - los peatones atropellados (60 % de las víctimas de accidentes de tráfico) pueden testimoniarlo de modo fehaciente. Este tenor agresivo que nos surge tras un volante, valga aclararlo, no es en modo alguno patológico; es lo más común y esperable que pueda suceder.

Todo esto es sabido; por tanto algo sucede que no permite su modificación real. Con las armas ligeras en manos de civiles, con el tabaco más recientemente, al ver su potencialidad mortífera, al ver su grado de incidencia nociva en tanto epidemia, se tomaron severas medidas correctivas.

Pero con la industria del automóvil/petróleo ello no sucede.
Apelar a la educación vial - la experiencia lo confirma - definitivamente no basta para modificar la situación.

Puede ayudar, sin dudas, pero no disminuye en forma drástica el porcentaje de víctimas.

La mejora técnica en las condiciones de seguridad de los vehículos tampoco aporta soluciones de fondo: la prueba está en que el grado de accidentalidad, en vez de reducir, sigue aumentando.

Considerando entonces que de las tres causas más arriba apuntadas las dos últimas no pueden cambiarse, queda por actuar sólo con la primera: para reducir el número de muertos y heridos por accidentes de tránsito no hay otra posibilidad que reducir el número de carros en circulación.

He ahí una verdadera opción práctica, concreta y posible, a este fenómeno de la accidentalidad vial. Claro que ello implica una disputa contra factores de poder del más alto rango.

¿Quién y de qué manera le pone hoy el cascabel al gato?
Modestamente podríamos empezar por un cambio de actitud personal, pese a la avalancha de propaganda consumista en sentido contrario: también se puede vivir sin automóvil privado.

Podemos luchar por medios de transporte público de óptima calidad que, combinado con la decisión de no seguir consumiendo carros individuales, pueden constituir un interesante camino alternativo y una respuesta eficiente a esta enfermedad mortal.

* Marcelo Colussi.
Psicólogo y licenciado en filosofía. Italo-argentino, desde hace 15 años vive y trabaja en el ámbito de los derechos humanos en Centroamérica. Ensayista y escritor, ha publicado en el campo de las ciencias sociales y en la narrativa.

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* Información extraída de...

Más información relacionada, desde Ibérica 2000:

* Compartir un vehículo, para un fácil transporte (Enlaces...)
* Las Mentiras del Plan Nacional de Seguridad Vial 2004
* ???
* No a los días sin coche

Insertado por: CERCLEOBERT (23/09/2004)
Fuente/Autor: Marcelo Colussi.
 

          


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