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El consumo compulsivo de bienes, es la causa principal de la degradación ambiental.

(1431)

LA SOCIEDAD DE CONSUMO. WORLD WATCH INSTITUTE.
El desarrollo económico y político actual se caracteriza, según el último informe del Worldwatch, mas que por la victoria del capitalismo y la democracia sobre el comunismo, por el consumismo.

La sociedad de consumo.

* Más información relacionada en Ibérica 2000, sobre el consumo.

El consumismo hoy domina la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la religión, a la familia y a la política.


* Imágenes de Luis Sebastián, para Ibérica 2000.
El consumo compulsivo de bienes es la causa principal de la degradación ambiental.

El cambio tecnológico nos permite producir más de lo que demandamos y ofertar más de lo que necesitamos.

El consumo y el crecimiento económico sin fin es el paradigma de la nueva religión, donde el aumento del consumo es una forma de vida necesaria para mantener la actividad económica y el empleo.

El consumo de bienes y servicios, por supuesto, es imprescindible para satisfacer las necesidades humanas, pero cuando se supera cierto umbral, que se sitúa en torno a los 7.000 euros anuales por persona, se transforma en consumismo.


1.700 millones de consumidores, 2.800 millones de pobres.

En el mundo la sociedad de consumo la integran 1.728 millones de personas, el 28% de la población mundial: 242 millones viven en Estados Unidos (el 84% de su población), 349 millones en Europa Occidental (el 89% de la población), 120 millones en Japón (95%), 240 millones en China (apenas el 19% de su población), 122 millones en India (12%), 61 millones en Rusia (43%), 58 millones en Brasil (33%) y sólo 34 millones en el África subsahariana (el 5% de la población).

En total en los países industrializados viven 816 millones de consumidores (el 80% de la población) y 912 millones en los países en desarrollo (sólo el 17% de la población del Tercer mundo).

Mientras los 1.700 millones de consumidores gastan diariamente más de 20 euros, hay 2.800 millones de personas que tienen que vivir con menos de 2 euros diarios (lo mínimo para satisfacer las necesidades más básicas) y 1.200 millones de personas viven con menos de 1 euro diario en la extrema pobreza.

Mientras el estadounidense medio consume cada año 331 kilos de papel, en India usan 4 kilos y en gran parte de África menos de 1 kilo. El 15% de la población de los países industrializados consume el 61% del aluminio, el 60% del plomo, el 59% del cobre y el 49% del acero.

Cifras similares podrían repetirse para todo tipo de bienes y servicios. Consumismo y pobreza conviven en un mundo desigual, en el que no hay voluntad política para frenar el consumismo de unos y elevar el nivel de vida de quienes más lo necesitan.

La clase de los consumidores comparte un modo de vida y una cultura cada vez más uniforme, donde los grandes supermercados y centros comerciales son las nuevas catedrales de la modernidad.

Si los hábitos de consumo de los 1.700 millones de consumidores se extendiesen a toda la población mundial (6.300 millones de personas), la situación sería completamente insostenible, a causa del consumo de agua, energía, madera, minerales, suelo y otros recursos, y la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la deforestación y el cambio climático.

Entre 1950 y 2002 el consumo de agua se ha triplicado, el de combustibles fósiles se ha quintuplicado, el de carne creció un 550%, las emisiones de dióxido de carbono han aumentado un 400%, el PIB mundial aumentó un 716%, el comercio mundial creció un 1.568%, el gasto mundial en publicidad creció un 965%, el número de turistas que salieron de sus fronteras creció un 2.860%, el número de automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones en 2002 y el consumo de papel creció un 423% entre 1961 y 2002.

Las importantes ganancias en eficiencia se ven rápidamente absorbidas por el aumento del consumo. Las viviendas son cada vez mayores y los automóviles cada vez más potentes.

Pero la solución no puede ser un nuevo apartheid, que limite el consumo a esa minoría del 28% de la población mundial. La población crece, pero cada vez menos, y probablemente se estabilizará en las próximas décadas en unos 9.000 millones, como ya ha sucedido en la mayoría de los países industrializados.

Pero el consumo sigue creciendo, y las necesidades, como demuestra cualquier manual de economía, son infinitas.
¿Cuánto consumo es suficiente?

El consumo, a partir de cierto umbral (13.000 euros anuales por persona, según las encuestas), no da la felicidad.

El consumidor trabaja demasiadas horas para pagar el consumo compulsivo, y el poco ocio lo pasa en el automóvil (el estadounidense emplea 72 minutos detrás del volante) o delante del televisor (más 240 minutos diarios de promedio en las sociedades actuales).

Cada vez se ve más atrapado en una espiral de consumo, endeudamiento para consumir y trabajar para pagar un endeudamiento mayor. El consumo se hace a consta de hipotecar el futuro, como en el auge del ladrillo en la España actual.


Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la sostenibilidad, lo que supone satisfacer todas las necesidades básicas de todas las personas, y controlar el consumo antes de que éste nos controle.

Entre las medidas más inmediatas hay que eliminar las subvenciones que perjudican el medio ambiente (850.000 millones de dólares anuales que incentivan el consumo de agua, energía, plaguicidas, pescado, productos forestales y el uso del automóvil), realizar una profunda reforma ecológica de la fiscalidad, introducir criterios ecológicos y sociales en todas las compras de bienes y servicios de las administraciones públicas, nuevas normas y leyes encaminadas a promover la durabilidad, la reparación y la “actualización” de los productos en lugar de la obsolescencia programada, programas de etiquetado y promoción del consumo justo.

Y todo ello dentro de una estrategia de “desmaterialización” de la economía, encaminada a satisfacer las necesidades sin socavar los pilares de nuestra existencia.

Por José Santamarta (director de World Watch)
Teléfono: 650 94 90 21.
worldwatch@nodo50.org
* www.nodo50.org/worldwatch

*Artículo para la revista Profesiones que edita Unión Profesional.

Insertado por: Alfonso143 (24/03/2004)
Fuente/Autor: José Santamarta.
 

          


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Comentarios

La verdad que es un tema a tener muy presente, ya que a veces, es increible descubrir con tan poco que podemos pasar, y que el más del 60% del presupuesto, se nos va en sutilezas y en necesidades impuestas por nosotros mismos o por el mercado, totalmente innecesarias e increiblemente absurdas y vanales. 160 paises podrían tener una mejor calidad de vida, si 30 "paises ricos", que no se hasta que punto, no expropiaran ni expoliaran los recursos de otros para engorgar con la comida que no se ha ganado honestamente.
Lamentable, pero sigamos difundiendo este tipo de información. Una gran labor. Felicidades a esos de Ibérica y al autor, por supuesto!
Nombre: Alberto Flores. Madrid.  (25/03/2004) E-mail: albertoflores34@latinmail.com
 
Me gustaria mas con menos cifras y mas reflexiones y explicaciones.
Nombre: Ricardo Barbetti, Buenos Aires  (25/03/2004) E-mail: ricardo@macn.gov.ar
 
Yo trabajo promoviendo procesos de desarrollo en varias comunidades y este articulu me paraece muy interesante para educara a las personas.

Pareciera que el tiempomen el cual vivimos es un tiempo de muchos contasrtes, por un lado estan los que todo lo consumen y por otro lado los que no tienen nada que consumir.

Creo que si no hay una distribuciòn mas justa de los recursos estamos condenados a desaparecer.
Nombre: Anibal Yanes  (31/03/2004) E-mail: anibalyanes@yahoo.com
 
LA SOCIEDAD DE LA OPULENCIA
Un televisor, un coche, un chalet adosado... Esa es una pequeña muestra del ideario espiritual y programático de todo hijo de vecino que se precie en la sociedad opulenta. Quien no consiga ser propietario de un mínimo vademecum de bienes materiales será considerado, a todas luces, un capullo, un inadaptado, un fracasado. Las cosas son así. Uno se sienta en la taza del váter y tira de la cadena sin remordimientos aún sabiendo que todo esa agua, debidamente embotellada, podría salvarle la vida a un montón de niños que vive en las zonas más desfavorecidas del planeta. Lo importante es lo que uno tiene, no lo que les falta a los demás. Lo imprescindible es acumular bienes a pesar de saber que nadie se los puede llevar consigo al otro mundo. ¿Por qué? ¿Para qué?
Estas son algunas de las reflexiones que se me pasan por la mente al hilo del huracán Katrina, aún reconociendo que lo peor para los habitantes de Nueva Orleáns no ha sido el efecto devastador del huracán sino ellos mismos, o mejor dicho su sección mafiosa, y la falta de cerebro de quien dirige el país más poderoso del mundo. Algo así me dio la espina que iba a pasar cuando las autoridades concentraron a diez mil personas en un estadio de beisbol antes del huracán y una vez hecho esto se empezaron a replantear si el sitio era seguro. Un millón de personas evacuadas (los que tenían dinero o medios propios para escapar, y al resto que le den) y doscientas mil atrapadas, es el balance de la situación actual. El número de muertos ni se sabe. Aguas contaminadas con sustancias químicas tóxicas, gasolina, cadáveres flotantes, deshechos de todo tipo y bandas armadas disparando a diestro y siniestro como en la peor película de vaqueros. ¿Si a fin de cuentas ahora tienen que evacuar a todos
los que concentraron en el estadio a nadie se le ocurrió que habría sido mejor hacerlo antes, cuando se disponía de más medios y las carreteras y los sistemas de transporte funcionaban? La falta de previsión y de cabeza de los gobernantes han sido infinitamente más devastadoras que el cruel e ignominioso atentado de las torres gemelas.
La calidad de un gobernante se pone de manifiesto en los tiempos de crisis. Durante el resto del año el asunto funciona solo, si se le deja. Y hasta ahora Bush, en las dos ocasiones críticas en las que su país ha estado en el ojo del huracán, lo único que ha demostrado es ser como los avestruces, que esconden la cabeza bajo tierra en las situaciones de peligro para poder creer, al no verlo, que no ocurre nada. Luego, cuando por fin se entera de que algo ha sucedido a través de la tele, ensaya su mejor pose de cow-boy texano y, como si todo se pudiera arreglar a tiros, saca la Guardia Nacional a la calle o la envía a Afganistán e Irak metralleta en mano mientras examina al milímetro la evolución de su índice de popularidad. ¿Cuándo llevará a la Guardia Nacional a la bolsa para conseguir que baje el petróleo? Tal vez esa sería una buena idea, en lugar de meter en bolsas los cadáveres de sus integrantes cuando cada día se los cepillan en Irak mientras sube el precio del crudo.
Va siendo hora de que todos los que habitamos en la sociedad opulenta nos replanteemos nuestro papel sobre este mundo. Aquí no se debería venir solamente a comer, dormir y cagar, y a votar al primer títere retrasado, con perdón para los disminuidos psíquicos, que el poderoso Don Dinero escribe en la papeleta electoral. Es preciso trascender de lo material hacia lo espiritual, de lo consumerista a lo artístico, de lo animal a lo racional y, en especial, compartir la riqueza con la gente que se está muriendo de hambre o de sed, no sólo con gestos unipersonales sino de una manera organizada. Es necesario promover el arte como sistema de realización personal y llevar a la bancarrota el gran negocio de las religiones que venden un futuro sobre plano en una urbanización celestial que nadie ha visto. Esos son los valores que debemos inculcar a nuestros hijos y no la impotencia por no poder conseguir el cadillac último modelo, el teléfono móvil que limpia el culo con ultrasonidos o el cirujano plástico que lo convierte a uno en un androide de silicona. Y, desde luego y, sobre todo, decir un no bien alto a algo más terrible que la guerra, un gobernante incompetente: ¡NO A BUSH!
Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.
www.eltallerdelpoeta.com
Nombre: Antonio Marin  (08/09/2005) E-mail: marin_antseg@gva.es
 

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